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CULMINAR Y REEQUILIBRAR LA UNIÓN ECONÓMICA Y MONETARIA

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social que caracterizó durante décadas la inte-

gración europea.

Todo ello se está traduciendo ya en serias

tensiones políticas, con unos partidos antieuro-

peos y extremistas que ganan terreno a ojos vis-

tas en diversos Estados miembros.

Por desgracia, todo esto aún no ha acabado.

La leve recuperación derivada de la reducción de

los precios del petróleo y de las políticas mone-

tarias expansionistas sigue siendo frágil, los ries-

gos de deflación persisten, las empresas y los

hogares luchan por saldar antiguas deudas y es

probable que los

ratios

de deuda/PIB se reduz-

can muy lentamente, mientras que las políticas

fiscales nacionales seguirán estando fuertemen-

te limitadas. La zona del euro se enfrenta a un

serio riesgo de estancamiento, con un creci-

miento nominal por debajo del 2 por ciento du-

rante de cinco a diez años. La zona euro tendría

pocas probabilidades de sobrevivir a una década

al estilo japonés, ya que en este entorno los pro-

cesos de ajuste necesarios en los países en crisis

llevarían mucho más tiempo del soportable en

términos políticos, sociales y económicos.

Durante la crisis, la UE y la zona del euro han

acumulado ingentes costes económicos y socia-

les, que incluyen nuevos desequilibrios ma-

croeconómicos, sociales y de género, que deben

ahora abordarse a fondo. Esto no será posible

sin la culminación de la UEM.

La crisis ha dejado al descubierto las defi-

ciencias estructurales de los cimientos políticos

e institucionales de la zona del euro, que se re-

montan a los orígenes de la UEM a principios de

los años noventa.

Hace ya muchos años que se vienen detec-

tando fallas importantes, como son su limitada

dimensión democrática, la debilidad de su coor-

dinación en política económica (a pesar de unos

procesos de adopción cada vez más complejos y

vinculantes) o la falta de una capacidad fiscal

anticíclica, que aborde

shocks

asimétricos. La

dependencia excesiva de un sistema demasiado

basado en normas ha reducido la capacidad de

la zona del euro de combatir su crisis económica

y dificultado el nacimiento de una verdadera

formulación común de políticas. Así, el informe

de los cuatro presidentes “Hacia una auténtica

unión económica y monetaria”, de diciembre

de 2012, expresó la necesidad de una unión

bancaria, fiscal, económica y política. No obs-

tante, la falta de una voluntad política y la visión

en clave nacional de la crisis de la zona euro han

impedido hasta ahora que se ponga en marcha

una adecuada reforma de la UEM.

Cuando estalló la crisis financiera mundial, la

zona del euro no estaba preparada para resol-

verla de manera eficaz y la crisis de deuda sobe-

rana la llevó al límite de su supervivencia.

Los gobiernos han respondido a la crisis de

forma acumulativa, a través de iniciativas espe-

cíficas para la UEM y otras a nivel comunitario.

Esto dio lugar al lanzamiento de mecanismos de

estabilización financiera, entre los que se inclu-

yen el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el

Semestre Europeo, la revisión del Pacto de

Estabilidad y Crecimiento, el Tratado interguber-

namental de Estabilidad, Coordinación y

Gobernanza, los Reglamentos llamados

two-

pack

sobre supervisión fiscal, un nuevo procedi-

miento relativo a los desequilibrios macroeconó-

micos, la unión bancaria, la reciente –y

crucial– elucidación de la flexibilidad intrínseca

del PEC, un abanico de políticas monetarias no

convencionales utilizado por el BCE o el recién

propuesto Fondo Europeo de Inversiones

Estratégicas (FEIE).

Ahora es necesario completar estos cambios

con varias reformas profundas en la forma de

trabajar de la UEM, en la forma en que se to-

man y se ponen en práctica las decisiones, con

qué instrumentos y junto con qué normas y