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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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privado sustenta la recuperación mientras que la

inversión aumenta, si bien de manera discreta.

La Comisión Europea espera un modesto

crecimiento del PIB en la zona del euro del 1,6

% en 2017 y del 1,8 % en 2018. Los riesgos

que giran en torno a estas previsiones son ex-

cepcionalmente elevados, dominando los facto-

res que pueden escorar el balance global a la

baja. Para la Comisión, “los riesgos para las

perspectivas de crecimiento se derivan de las

secuelas de la reciente crisis; el voto del Reino

Unido para salir de la Unión Europea; posibles

perturbaciones del comercio; un endurecimien-

to más rápido de la política monetaria de los

Estados Unidos, que podría tener una influencia

negativa en las economías de mercado emer-

gentes, y las consecuencias potenciales del ele-

vado y creciente endeudamiento de China.”

La Comisión pronostica un repunte de la in-

flación y el retorno al crecimiento de los precios

tras años de contención y descensos. El aumen-

to de los precios de la energía es el principal

factor detrás de este alza que llevará a los pre-

cios a aumentar aunque sin llegar a alcanzar los

niveles de objetivo “inferiores pero próximos al

2 % a medio plazo” con los que el BCE define

la estabilidad de los precios.

La necesidad de culminar la UEM para

convertirla en una verdadera unión

económica y fiscal con otras políticas

comunes como la unión bancaria y la

política de empleo

Por la unión fiscal

La teoría económica y la historia han demostra-

do hace ya mucho tiempo que las uniones mo-

netarias sin algún componente compensatorio

de unión fiscal son insostenibles, tanto por razo-

nes de política económica y de estabilización

como redistributivas.

Una de las principales razones, sino la única

por la que la crisis ha sido mucho más persis-

tente en la Unión Europea y en particular en la

zona euro, es la ausencia de políticas fiscales

comunes

2

. En Europa no ha existido capacidad

alguna para poner en marcha medidas de esta-

bilización contracíclicas en aquellos países o

economías afectados de manera particular

shocks

asimétricos como el estallido de la bur-

buja inmobiliaria en España– o en distintos mo-

mentos del tiempo –crisis de deuda soberana

en Grecia–.

La dialéctica que ha confrontado a los su-

puestos países deudores con los acreedores

cuando los desequilibrios en el seno de la UEM

no son exclusivamente fiscales –en balanza de

pagos, por ejemplo, con saldo insostenibles a

favor de países como Alemania– solo ha servido

para exacerbar el nacionalismo y debilitar no

solo el proyecto europeo sino su propio creci-

miento económico.

Con todo, hay elementos positivos y negati-

vos, algunos elementos inducen, al menos, a no

perder la esperanza. Por ejemplo, la creación de

la unión bancaria, indicio de que la necesidad

de avanzar hacia la creación de instrumentos al

fin y al cabo fiscales que permitan mutualizar la

solidaridad y en cierto modo avanzar hacia una

incipiente unión fiscal, avanza a ritmo inferior al

necesario. Sin embargo, por contra, el Plan

Junker ha demostrado de nuevo que el presu-

puesto comunitario puede ser utilizado para

otorgar garantías de emisiones de deuda del

Banco Europeo de Inversiones para financiar

2

 Fernández, J.: “Hacia la unión fiscal en Europa”,

Temas

para el Debate

n.º 266-267, febrero de 2017.