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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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A continuación se perfilan nuevas y viejas lí-

neas de conflicto que dividen Alemania y el con-

tinente al respecto.

¿Más o menos integración?

La reputación y la aceptación de la UE han sufri-

do mucho por la duración y el número de crisis

en Europa, y más aún por las políticas imple-

mentadas para abordarlas. Estas políticas fueron

inicialmente inadecuadas y, en muchos senti-

dos, equivocadas, pero más tarde se considera-

ron como la única alternativa. Por todo el conti-

nente ha ido cobrando más importancia el eje

de conflicto entre partidarios y detractores de la

integración europea. Ahora bien, en el desarrollo

del proceso de integración nunca hubo épocas

“tranquilas” y siempre existieron grupos de inte-

reses que han tenido roces en la política europea;

solo hay que pensar en la polémica introducción

de la moneda común, las discusiones sobre el

Tratado Constitucional o las protestas contra la

Directiva Bolkestein sobre la libre prestación de

servicios. Pero en todos estos controvertidos te-

mas se intentó, al menos, buscar una vía consen-

suada de reforma. No obstante, en la última dé-

cada se observa como la insatisfacción con ciertas

posturas políticas a escala europea desemboca

en un rechazo general del avance de la integra-

ción. Hace tiempo, el tamaño del grupo que abo-

gaba por un “retroceso” de la integración era

insignificante; las victorias electorales de los par-

tidos populistas en la mayoría de los Estados

miembros han logrado que se expanda el recha-

zo de la UE o de partes de su proyecto integrador.

Mientras que los políticos en muchos Estados

miembros han tenido que lidiar con los partidos

populistas de derecha y su posición defensiva

contra Europa a diario, Alemania siguió siendo

una excepción por mucho tiempo. Salvo unos

escaños temporales en los parlamentos locales

y regionales, los partidos de extrema derecha

no consiguieron entrar en los ámbitos políticos

federales centrales hasta 2014. Por lo tanto, el

discurso político en Alemania tenía carácter eu-

ropeísta. No fue hasta 2014 que Alternative für

Deutschland (AfD; Alternativa para Alemania),

que se fundó el año anterior, finalmente logró

establecerse en todos los parlamentos estata-

les, excepto en Hessen y Bavaria (que tienen

elecciones en otoño de 2018) y el Parlamento

Europeo. También entró en el parlamento fede-

ral alemán en 2017 con el 12,6 % de los votos.

El AfD critica abiertamente el rumbo proeuro-

peo del resto de los partidos, en especial de los

partidos del gobierno. Su creación en 2013 es-

tuvo estrechamente vinculada a la creciente

protesta en contra de la gestión dominante de

la crisis del euro por parte de la canciller Ángela

Merkel. La insatisfacción con la línea de la can-

ciller sobre la política migratoria impulsó aún

más al partido.

Desde entonces, ha habido dos bandos polí-

ticos en Alemania separados por la línea de con-

flicto “más” o “menos” Europa. Del lado de los

defensores están los partidos del gobierno, los

conservadores del CDU y CSU, el socialdemó-

crata SPD, y los partidos de oposición, es decir

los demócratas liberales del FDP, Los Verdes (

Die

Grünen

) y el partido de izquierdas

Die Linke

.

Todos están abiertos al principio de profundizar

la integración de la UE. Creen que Alemania tie-

ne una responsabilidad particular en el avance

del proceso de integración de integración y fre-

cuentemente argumentan que la cooperación

europea es necesaria sobre la base de la eviden-

cia histórica. En este bando existe la creencia de

que se necesita una amplia reforma de la UE,

por lo que se muestran abiertos al debate en ese

sentido. Sin embargo, no todos los actores polí-

ticos agrupados en estos partidos comparten el