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INTRODUCCIÓN. EL PRINCIPAL DESAFÍO DE LA UE: CRECIMIENTO, EMPLEO E INVERSIÓN PARA SALIR DE LA CRISIS

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El primero es el de las dificultades del sistema productivo para suministrar

bienes y servicios. No hay suficiente mano de obra; entre otras cosas porque

la población activa, la gente que busca empleo, se ha desplomado entre

2007 y 2014 en Europa, y también en EE. UU. Ha cundido el desánimo.

No hay tampoco suficiente aportación de capital a la economía real. La

Unión Económica y Monetaria depende mucho más de la financiación vía

deuda que vía accionariado de capital privado.

La inyección de dinero por el BCE es un paso adelante, pero va a mo-

vilizar preferentemente las inversiones financieras especulativas, no la li-

quidez crediticia hacia las empresas.

Esto quiere decir que la política económica habrá de incidir en la oferta

y en el fortalecimiento del aparato productivo europeo. La inversión en

I+D+i y educación es central a este respecto, como manifestación eficaz

de lo que se vienen llamando “reformas estructurales”, y que hasta ahora

se han limitado a desposeer de derechos a los asalariados, y a desnatura-

lizar el modelo social europeo.

Naturalmente, toda política inversora pública necesita el apoyo de un

sistema fiscal progresivo en los impuestos directos, y de una armonización

tributaria, que brillan por su ausencia en los países europeos, que son

dueños de sus políticas fiscales. Si no es así, la Unión se seguirá alejando

de algunos de los objetivos nucleares de la Estrategia 2020, y el crecimien-

to que ahora se atisba en el horizonte seguirá siendo impotente para crear

empleo de calidad de forma sólida y firme. Y seguirá siendo incapaz de

construir una base de demanda imprescindible para un crecimiento soste-

nible. Un crecimiento que, en la primera mitad de 2015, se está apoyando

en datos transitorios: caída de los precios del petróleo, depreciación del

euro, programa de compra de deuda pública por el BCE. Por ello tiene

riesgos e incertidumbres, de carácter económico (inestabilidad financiera,

deflación) y político (crisis de Ucrania), en un contexto de debilidad de la

economía global (países emergentes).

La otra gran cuestión que surge de la crisis –en realidad el desafío eu-

ropeo por antonomasia– es la degradación del Estado de bienestar, expre-

sado en devaluación salarial, precariedad, desigualdad y pobreza.

Expresado asimismo en efectos especialmente dolorosos entre los jóvenes

y los niños, no tanto entre los mayores o pensionistas, que tienen una

coraza protectora más consistente, con la consiguiente brecha entre gene-

raciones que divide a Europa.

En España, el desempleo juvenil llega al 50 %, en Italia casi al 40 %,

en Francia al 25 % y al 17 % en el Reino Unido. El porcentaje de personas