CAPÍTULO 7.
PREVENCIÓN DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA ALIMENTARIA
RECOMENDACIONES
Cuando el niño presenta inapetencia y falta de interés hacia la comida,
es selectivo con texturas y sabores, al igual que muestra rigidez en otras
actividades de juego o intentos de controlar en otras rutinas del día, aparecen
dificultades para establecer rutinas y se produce una sobrecarga del cuidador y
una gran ansiedad en relación a la alimentación, las normas y los límites.
Los padres no deben agobiarse ni culpabilizarse con la alimentación, pero
sí deben estar atentos a los mensajes que sus hijos están enviando con
sus comportamientos (mayor atención, comprensión, libertad para explorar,
flexibilidad, etc.).
Comer es un hábito y como tal se debe
aprender a hacerlo correctamente, poco
a poco y en un entorno agradable y motivador. Para ello es importante:
Crear una rutina estable pero flexible
Esta se puede empezar a instaurar, aunque el niño todavía no coma de todo, es
decir, se debe intentar que esté sentado con la familia en las horas establecidas
para las comidas, que colabore en la preparación y recogida de los alimentos,
que forme parte de la compra de la comida y que se familiarice con un entorno
alrededor de los alimentos donde se habla y se disfruta comiendo. Actualmente
y desde siempre comer es un acto con un gran componente social (muchas
celebraciones se realizan en torno a una mesa con comida). Es conveniente
consultar al médico o al especialista la posibilidad de que el niño coma algo o
pruebe ciertas cosas si muestra interés, pues en estos actos voluntarios de
exploración e imitación es donde el niño más aprende y es más receptivo a
nuevos alimentos, texturas, etc.
Crear un ambiente tranquilo y organizado
A través de procurar:
Un mismo momento
Al igual que los adultos, el niño en algunos momentos no tiene ganas de comer
o tras una actividad intensa muestra mucha más hambre.
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