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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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o política económica, que favorecen una estra-

tegia de divide et impera por parte de

Washington, se trata de un escenario bastante

probable a corto plazo.

Una segunda respuesta sería de tipo reacti-

vo, una especie de

Europe first

encabezada por

los principales países de la zona del euro; una

Europa primero, pero no en su sentido de una Euro-

pa fuerte y unida, abierta al mundo, sino de una

UE en confrontación más o menos directa con

Washington, replicando con proteccionismo

comercial, disminuyendo la cooperación con

EE. UU. en seguridad y defensa, y buscando la

concertación de terceros países para abordar

conflictos en otras áreas. Esta respuesta mera-

mente reactiva, además de muy improbable

–dada la presencia de gobiernos y fuerzas popu-

listas al interior de Europa– tendría impactos

negativos, por cuanto podría originar una ma-

yor ruptura interna entre europeos, más nacio-

nalismo, y una mayor inacción europea si cabe

en la política exterior y de seguridad.

Finalmente, una tercera respuesta posible

sería la profundización de la Europa de la

Defensa y la Seguridad, impulsada por los prin-

cipales países de la zona del euro, presentada

como complementaria con la Alianza Atlántica,

pero teñida de cierto enfriamiento en las rela-

ciones con Washington. Lógicamente, una res-

puesta de este tipo requeriría de fuerzas proeu-

ropeas en los gobiernos de Francia y Alemania

que apuesten por un refuerzo de las capacida-

des comunes, en la vía hacia un futuro Ejército

europeo, junto a una integración mayor en

Inteligencia, ciberdefensa, y prevención de cri-

sis. Aunque difícil, esta senda tiene al menos

potencialmente un largo recorrido: en la Cumbre

de Bratislava, en septiembre de 2016, el presi-

dente francés Hollande y la canciller alemana

Merkel apostaron por dar un salto cualitativo

en la integración, en capacidades y logística,

mientras el Consejo (Donald Tusk) y la Comisión

Europea (Jean Claude Juncker), anunciaban un

fondo común de inversiones estratégicas en

I+D+i como parte de un plan de implementa-

ción de la Estrategia Global de Seguridad y

Defensa. Asimismo, la cumbre europea del 15 y

16 de diciembre insistió en la vía de profundizar

en la vía de la cooperación estructurada perma-

nente recogida en los tratados, en la tarea de

construcción de un núcleo duro de países en

torno a la llamada Europa de varias velocidades,

o más bien en forma de “cooperaciones dife-

renciadas” que permitan a algunos países avan-

zar más rápido en algunas materias sin que los

otros miembros queden apartados ni puedan

bloquearlo. El 1 de marzo, la Comisión Europea

presidida por Jean Claude Juncker presentaba

un

white paper

ofreciendo cinco escenarios po-

sibles para la UE en 2025; la respuesta en favor

de la autonomía europea se sitúa en los escena-

rios llamados “los que quieren hacer más” y

“hacer mucho más”. En este sentido, otra con-

secuencia no prevista del giro estratégico de

EE. UU. en conjunción con el

brexit

sería el sur-

gimiento de una Alemania fuerte en su capaci-

dad de reorientar la política económica, impul-

sar la integración en defensa y seguridad, y

mantener un discurso centrado en los valores y

derechos europeos. La coyuntura abre la posibili-

dad para Berlín de dar un gran salto adelante en

política exterior y liderar la relación con EE. UU.

Conclusión: fin de recorrido

A pesar de constituir uno de los bloques más

integrados e interdependientes del planeta, el

binomio Estados Unidos y Unión Europea afron-

ta una evolución muy incierta. Desde la llegada

a la Casa Blanca de Donald Trump, el tono y

el sentido de la relación transatlántica está