LA AGENDA DIGITAL
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La mejora de las capacidades científicas de
nuestra región, y en particular de España, en las
últimas décadas es impresionante, la calidad de
nuestros centros tecnológicos, universidades y
grupos de investigación es indiscutible. Pero,
para poder desempeñar un papel de liderazgo a
nivel global, debemos acercarnos o superar en
inversión en I+D a los países que están marcando
la pauta en la revolución tecnológica.
Hay razones para el optimismo. El
EU
Industrial R&D Investment Scoreboard 2016
,
publicado en diciembre de 2016, muestra que
las empresas de la UE invirtieron 188.300
millones de euros en Investigación y Desarrollo
(I + D) en el año fiscal 2015/2016. Esto representa
un incremento anual del 7,5 %, lo que sitúa a
las empresas de la UE por encima de la tendencia
mundial. Vamos pues en la buena dirección.
También se está recuperando la inversión
pública europea en I+D en la mayor parte de los
países tras los años de la crisis, en los que sufrió
un acusado descenso. Ojalá España pueda
sumarse pronto a esta tendencia de recu-
peración.
Y es necesario también que se mejore la
capacidad de trasladar la innovación al
emprendimiento y a proyectos empresariales
con ambición, para lo que el desarrollo del
ecosistema financiero europeo de capital riesgo y
su creciente volumen de inversión y transacciones
puede tener un papel fundamental.
Por último, adicionalmente a la inversión pú-
blica en I+D, no hay nada más poderoso que
predicar con el ejemplo. El papel de liderazgo y
ejemplo de los poderes públicos puede ser de-
terminante. Los grandes proyectos tecnológicos
de la Administración pueden servir como “pro-
yectos tractores” que ayuden a elevar los hori-
zontes de innovación y ambición tecnológica
del conjunto de la sociedad.
Los gobiernos europeos y las instituciones
comunitarias pueden aportar el liderazgo que
necesitamos en esta era de cambios. Pueden
aportar una visión de futuro que genere impulso,
movimiento e ilusión, que dirija los recursos y
voluntades en la dirección adecuada y que nos
ayude a estar adecuadamente preparados para
el futuro, que en realidad ya está aquí.
Estamos ante un reto como sociedad en la
que nos jugamos el futuro: hay que movilizar y
alinear las energías y esfuerzos de muchos acto-
res, públicos y privados, para ser más competiti-
vos gracias a la innovación y con ello preservar
las oportunidades de las próximas generaciones
de jóvenes europeos.