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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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Qué podemos hacer en este entorno

de turbulencias…

Del mismo modo que las revoluciones anterio-

res, la Cuarta Revolución Industrial tiene el po-

tencial de elevar los ingresos globales y mejorar

la calidad de vida de la población del planeta.

Hasta la fecha, los que han ganado más con los

cambios son los consumidores que han sido ca-

paces de acceder al mundo digital; la tecnología

ha hecho posibles nuevos productos y servicios

que aumentan la eficiencia de nuestro trabajo y

el disfrute de nuestro tiempo libre

Pero, al mismo tiempo, como muchos eco-

nomistas han remarcado, la revolución puede

traer más desigualdad ya que la disrupción tam-

bién alcanza a los mercados de trabajo. Dado

que la automatización substituye al trabajo hu-

mano en la economía, el desplazamiento neto

de trabajadores por máquinas podría exacerbar

la brecha entre los retornos del capital y del tra-

bajo, y entre los retornos de los que más ingre-

san y los que menos.

Por otro lado, es también posible que el des-

plazamiento de trabajadores por la tecnología

pueda, de forma agregada, resultar en un incre-

mento neto en puestos de trabajo más creati-

vos, bien pagados, y con jornadas laborales me-

nores que dejen más tiempo para el ocio y la

cultura.

No podemos prever con certeza qué escena-

rio va a prevalecer, y la historia nos sugiere que

el resultado va a ser probablemente una combi-

nación de ambos efectos, con grandes momen-

tos de inestabilidad y desajustes puntuales o

locales hasta que los impactos de la tecnología

se vayan extendiendo y estabilizando.

Es altamente probable que la evolución tec-

nológica dé lugar a un mercado de trabajo cre-

cientemente segregado en dos segmentos, el

de alta cualificación y el de baja cualificación,

ambos muy separados en ingresos y posibilida-

des, y con erosión seria de lo que hemos cono-

cido como “clase media”, constantemente

amenazada por la robotización. No hace falta

decir que es un escenario inestable desde el

punto de vista social, e ineficiente económica-

mente para todos.

Y, esa misma agudización de la segmenta-

ción de riqueza y oportunidades se va a acabar

produciendo ineludiblemente entre los países y

regiones que se posicionen en la parte protago-

nista de la revolución digital, y los que no sean

capaces de adaptarse a la nueva realidad.

La prioridad clara para Europa en este senti-

do parece poner todos los esfuerzos para que

nuestra fuerza laboral, a todos los niveles, tenga

la máxima preparación posible, y que la educa-

ción ocupe el primer lugar de nuestras preocu-

paciones. El talento y el conocimiento van a ser

los activos determinantes para competir.

¿Estará la Unión Europea preparada?

Lo cierto es que en los próximos años se va a

determinar si los europeos somos protagonistas

globales de esta era digital o si somos

espectadores. Si vamos a ir en el cuadro de

mandos de la locomotora, en una buena

posición o en uno de los vagones de cola.

Para que nuestras sociedades superen el reto

económico y social que ineludiblemente nos va

a plantear la tecnología debemos apostar con

firmeza por la educación, la innovación y el ta-

lento. Tenemos que crear un entorno que facili-

te la creación de nuevas ideas y empresas, y que

esas empresas que tengan éxito a nivel global y

generen empleo de calidad. Es la vía que hará

posible el crecimiento económico y la cohesión

social en la era digital para los países de la

Unión.