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LA AGENDA DIGITAL

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ingresos familiares medios. A partir de la Segun-

da Guerra Mundial y durante varias décadas,

estas cuatro variables crecen de forma bastante

acompasada en los países desarrollados. Crece

la economía en general: crece la población em-

pleada, crece la productividad, crecen los ingre-

sos medios y por tanto crece el PIB, tanto en tér-

minos nacionales como en términos per cápita.

Las crisis y recesiones afectan obviamente a

esta evolución, con descensos y estancamientos,

pero también de forma bastante acompasada y

con el mismo signo entre todas las variables.

Sin embargo, a partir de los años 80, el creci-

miento de la mediana de ingresos empieza a te-

ner un comportamiento algo más errático y tien-

de a estancarse. Hablamos de lo que ingresa

anualmente por su trabajo una persona o familia

que estaría en el percentil 50 de la población, jus-

to en el medio de la pirámide socio-económica.

En los últimos 15 años, esa cifra en realidad

disminuye en términos reales. Una vez ajustada

por inflación un hogar situado hoy en ese lugar

medio en los EE. UU. ingresa menos de lo que

hacía en 1998. No es un fenómeno específico

de Norte América, los estudios realizados en

Alemania, Suecia, Finlandia, y los datos de mu-

chos países en Europa, explican la misma histo-

ria o historias muy similares.

Sin embargo, en esos mismos países en los

que se estanca el número de empleos y los in-

gresos de esos salarios bajos y medios, la eco-

nomía en su conjunto, una vez superadas las

recesiones, sigue una tendencia general al alza

empujada por el crecimiento de la productivi-

dad. En consecuencia, las rentas del trabajo

van viendo cómo se reduce su participación en

el conjunto de la economía.

¿Tendrá algo que ver la creciente y sostenida

automatización que desde la aparición de las

nuevas tecnologías ha asumido parte de la activi-

dad económica (y de los empleos relacionados)?

Muy probablemente, aunque no como la

única causa. Sin duda existen también otros fac-

tores, no relacionados con la tecnología, que

estén dañando a los salarios de la clase media y

trabajadora de los países analizados: la globali-

zación de la economía, desequilibrios origina-

dos por flujos migratorios y todavía no compen-

sados, la deslocalización de actividades produc-

tivas a terceros países, etc.

Hablando de la deslocalización de la actividad

productiva, uno de los efectos más visibles de la

globalización, es interesante remarcar que la au-

tomatización acabará gradualmente afectando

en el mismo grado a las fábricas de EE. UU. como

a las de China o India, y a las de todo el planeta.

Sirva de ejemplo la noticia de 29 de diciem-

bre de 2016 de la agencia taiwanesa CNA acer-

ca de que la empresa Foxconn, fabricante de

los iPhones e iPads de Apple, planea automati-

zar todas sus fábricas en China, que emplean a

más de un millón de personas. El plan se desa-

rrollará en tres fases y el objetivo final es la au-

tomatización completa, según el director gene-

ral del comité de desarrollo de tecnología de

automatización de Foxconn. ¿Cabe pensar que

será un caso singular, o más bien que la inmen-

sa capacidad manufacturera instalada en China

(y que emplea a millones de personas) seguirá

un camino parecido?

Es de prever que la automatización progresi-

va de procesos acabará llegando a todas las ac-

tividades industriales, estén donde estén locali-

zadas, siempre que haya una lógica económica

coste-beneficio y no haya regulación que lo im-

pida. El impacto será mayor y más rápido allí

donde haya más mano de obra que sustituir y

donde la actividad manufacturera se haya basa-

do en salarios bajos para tareas de poca cualifi-

cación (y por tanto, más fácilmente automatiza-

bles). Es un hecho que tiene en alerta a muchos

países emergentes.