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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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últimas décadas, la revolución digital abre la

gran cuestión sobre el empleo que está en

abierta discusión en todos los foros globales.

En 2014, el Pew Research Center preguntó a

un panel de 1896 expertos si la Inteligencia ar-

tificial destruiría más empleo del que crearía en

la próxima década. Es interesante notar que las

respuestas, que incluían desde primeros directi-

vos de Google hasta científicos del MIT, fueron

“poco conclusivas”: el grupo se dividió práctica-

mente al 50 %.

A instancias del Presidente Obama, el conse-

jo de Asesores Económicos de la Casa Blanca

presentó un estudio sobre el impacto de la ro-

bótica en la fuerza de trabajo, en este caso en

los Estados Unidos. La importancia de los resul-

tados no se debe minusvalorar.

Segmentando el empleo en grupos según su

remuneración (correlacionada fundamentalmen-

te con las capacidades necesarias y/o nivel de

cualificación), los trabajos “peor remunerados”

presentaban una probabilidad media del 0,83 de

ser automatizados en el futuro. Hablamos de los

empleos con alto un grado de procesos rutina-

rios, fabricación, transporte o logística, atención

al público, cajeros, dependientes, etc. Los otros

grupos presentaban valores del 0,31 y del 0,04,

en el segmento de más alta remuneración, que

es el menos susceptible de automatización.

Puesto en palabras llanas, según este estu-

dio, un empleo de baja remuneración en los Es-

tados Unidos presenta hoy una probabilidad

media del 83 % de ser automatizado. Eso su-

pondría que el 62 % de los empleos totales ac-

tuales en los Estados Unidos va a ser puesto en

cuestión por la revolución digital o va a sentir

una intensa presión sustitutiva de tipo tecnoló-

gico. Muchos empleos como para mirar hacia

otro lado.

Hay un aluvión de estudios que inciden en

el mismo tema, y con conclusiones e impactos

estimados similares, del 40 %, 50 % o 60 % del

total de los empleos. Otros estudios, llamémos-

les “tecnooptimistas”, enfatizan los millones de

nuevos empleos creativos y bien pagados que se

crearán gracias a las nuevas tecnologías.

¿Con qué escenario quedarnos? ¿Cuál será

en el largo plazo el efecto neto de estos movi-

mientos tectónicos en la estructura del mercado

laboral?. En otras palabras, la pregunta es si los

empleos que se están destruyendo y se destrui-

rán por la adopción de nuevas tecnologías se-

rán sustituidos por los empleos que son necesa-

rios para crear, diseñar, operar y supervisar esas

mismas tecnologías.

Es muy posible que algunos de los efectos

negativos sobre el empleo comentados y el in-

cremento sostenido de la productividad se aca-

barán compensando de la misma manera que

se ha hecho en el último siglo: con una reduc-

ción de la jornada de trabajo o con el incremen-

to del peso de los servicios en la economía, con

la mayor demanda en servicios de ocio o cultura

que hoy quizá ni siquiera existen.

Pero nadie tiene todas las claves para prever

con claridad el impacto neto sobre el empleo y

sobre la cohesión social. Especialmente si la tec-

nología no proporciona el crecimiento de la pro-

ductividad que nos promete (que es la tesis de

algún ilustre economista estadounidense) o si el

crecimiento se dará sólo en las regiones que li-

deren esta nueva era, mientras que el resto lan-

guidecerá.

¿Tecnopesimismo?

Citando el inspirador trabajo de Brynjolfsson y

McAfee, (

The Second Machine Age,

2014

)

con-

sideremos las cuatro grandes variables del bien-

estar económico de una sociedad: Renta per

cápita, Productividad, número de empleos e