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POPULISMO Y NACIONALISMO

VERSUS

 EUROPEÍSMO

23

El populismo, la extrema derecha

y el nacionalismo en Europa

La gran recesión económica, que ha afectado

sobre todo a Europa en la última década, deja

como herencia un enorme aumento de la des-

igualdad, precariedad laboral, incertidumbre

hacia el futuro, y un deterioro de las condiciones

de vida y de las expectativas de amplias capas

de población, especialmente de clases medias

que se han visto expulsadas de su estatus social

y económico, y de los trabajadores menos cua-

lificados. Es el terreno abonado para el creci-

miento de los partidos de extrema derecha

como lo fue para el auge de los fascismos en los

años treinta del siglo pasado.

Esta situación es la consecuencia de un siste-

ma económico neoliberal que solo busca el cre-

cimiento y maximizar el beneficio, sin ocuparse

de la distribución ni de la igualdad, al que no

le importa sacrificar el modelo social europeo

del estado de bienestar. La derecha alternativa

(

alt-right

) –un nuevo eufemismo para la extre-

ma derecha– desvía la atención de esta realidad

culpando a la globalización de todos los males,

y presentando el proteccionismo, la vuelta a las

fronteras nacionales, como la solución a todos

los problemas. Es fácil explotar el miedo al futu-

ro y la rabia que produce la exclusión, y conver-

tirlos en odio hacia el otro, hacia el que es dife-

rente, sea por su religión, su lengua, el color de

su piel, o su ideología. Si a las consecuencias de

la crisis económica en Europa añadimos los flu-

jos migratorios masivos, que son percibidos por

las clases más desfavorecidas como una compe-

tencia insoportable para los puestos de trabajo

y las prestaciones sociales, y los atentados terro-

ristas, que producen una terrible sensación de

inseguridad, la tormenta perfecta está servida.

El populismo pretende ser la voz del pueblo,

contraponer sus intereses a los de los políticos

tradicionales, sean de derechas o de izquierdas.

Pero lo que hace en realidad es utilizar el miedo,

la ira y la angustia de la gente, emplear la men-

tira y explotar las emociones colectivas, para

conseguir sus fines políticos. Algo que eventual-

mente han hecho todos los políticos de todos

los tiempos, pero de forma sistemática. El polí-

tico populista hace amplio uso de la demagogia,

le dice a la gente lo que quiere oír, aunque sepa

fehacientemente que no es verdad. Propone so-

luciones simples a problemas complejos, aun-

que sea consciente de que su aplicación es im-

posible. Se presenta como una alternativa

diferente al resto de políticos –la élite–, a los que

culpa de todos los males, aunque su objetivo

sea ocupar el poder que tanto denigra. Recela

de los medios de comunicación, aunque trata

de utilizarlos.

El populismo de extrema derecha, el más ex-

tendido y peligroso, es además ultranacionalis-

ta, antieuropeo, identitario, excluyente y xenó-

fobo. Su chivo expiatorio es el emigrante, al que

achaca todos los males, incluidos los atentados

yihadistas, aunque la mayor parte de los terro-

ristas que los han ejecutado haya nacido en

Europa. Las concomitancias con los movimien-

tos fascistas del siglo XX son evidentes, solo

hace falta sustituir el antisemitismo por la isla-

mofobia. La población a la que se dirigen es la

misma: clases medias empobrecidas y trabaja-

dores poco cualificados, decepcionados con sus

partidos y sindicatos, que buscan una solución

milagrosa a su desesperación. Faltan ahora el

expansionismo y los movimientos de masas. Los

tiempos han cambiado y no vamos a ver a cami-

sas pardas desfilando con antorchas, ni líderes

supremos gritando consignas en uniforme mili-

tar. Pero el objetivo es el mismo: desviar la ira

popular de los verdaderos responsables de sus

males hacia enemigos imaginarios, reforzar el

sistema que tanto critican. Su preocupación por