LA UNIÓN EUROPEA DE LA ENERGÍA: ¿MÁS INTEGRACIÓN, O SEGUIR COMO SIEMPRE?
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la Unión (especificando objetivos, metas y con-
tribuciones nacionales en cada una de las cinco
dimensiones), describiendo las políticas que
piensan adoptar (situación actual, proyecciones
y evaluación de impacto) y la trayectoria previs-
ta. Los planes energéticos y climáticos definiti-
vos serán supervisados para el bienio de 2019,
incluidas las recomendaciones y actualizaciones
nacionales de la Comisión.
En general, puede aducirse que un procedi-
miento de planificación nacional debe basarse
en las contribuciones voluntarias. En un siguien-
te paso, se pide que la Comisión evalúe los 28
planes y dilucide si se cumple el objetivo global
a escala europea. En caso de que exista una ca-
rencia en los objetivos planteados –la denomi-
nada “brecha de ambición“–, la Comisión ha-
brá de adaptar los planes para su versión
definitiva. Hasta aquí no resulta claro de qué
instrumentos dispone la Comisión para vencer
la brecha de ambición de los Estados miembros,
puesto que no se prevé ningún mecanismo para
definir las contribuciones ni los objetivos nacio-
nales. El incremento de la coordinación de las
políticas energéticas nacionales y regionales es
muy positivo, toda vez que resulta imprescindi-
ble para conseguir los objetivos de la Unión;
pero una supervisión coherente y continua es la
base de la seguridad de la planificación y de la
inversión para los actores del mercado, y de la
necesaria generación de inversión privada.
Con todo, la inexistencia de unos objetivos
nacionales claros o de un reparto definido de las
cargas encierra un potencial de conflicto, no
solo en el caso de objetivos nacionales contra-
puestos para las energías renovables o la com-
binación energética en su conjunto, sino también
para la seguridad del abastecimiento si siguen
creciendo los desequilibrios del sistema (ausencia
de ampliación de la red y de interconectores, vo-
latilidad creciente en algunas regiones). Con
toda probabilidad, esto desembocará en la in-
tervención en el mercado y en unos crecientes
costes macroeconómicos.
Por último, es de prever que haya un debate
sobre el justo reparto de las cargas y los costes.
Un fondo europeo para materializar los proyec-
tos de energía renovable y para cerrar la brecha
es sin lugar a dudas una buena idea, pero aún
es demasiado pronto para hacer observaciones
sobre la efectividad que puede tener a la hora
de impulsar la creación de capacidad en ener-
gías renovables, puesto que aún no se han fija-
do ni el diseño ni el volumen. Es cuestionable en
qué medida los Estados miembros ven con bue-
nos ojos una normativa más estricta en materia
de eficiencia energética, pero se trata sin duda
de un recurso de última instancia en el caso de
no lograrse los objetivos.
Ninguno de los instrumentos mencionados
se ha especificado aún. Es necesario que se es-
clarezca en mayor medida el diseño concreto de
los instrumentos (por ejemplo, la contribución
de los Estados miembros al fondo) y de las me-
didas que se aplicarán en caso de insuficientes
planificación o resultados. ¿Cómo se seleccio-
narán las medidas de la UE tras un posible fra-
caso en la consecución de los objetivos? ¿Qué
derechos tendrán los Estados miembros en este
proceso? Las propuestas de la Comisión no lle-
gan a abordar los desafíos clave de la política
energética europea y mantienen un enfoque más
orientado a “seguir como siempre“, hurtando así
la voluntad a un compromiso claro de estructurar
una política energética común para el futuro.
Gobernanza y planificación
Las debilidades de gobernanza inherentes al
RCDE de la UE (sobre todo el hecho de que
reúne demasiados sectores y países, con puntos