EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
102
países vecinos, en enero y julio, causando más
de 300 muertos; el 7 de marzo el grupo Al
Mourabitoune causó cinco muertos en Bamako,
Mali; el 18 de marzo se produjo un atentado
en el Museo del Bardo, en Túnez, con un ba-
lance de 25 muertos; el 2 de abril Al Shabab
atacó la Universidad de Garissa, en Kenia, cau-
sando 147 muertos; el 26 de junio hubo ata-
ques en Susa, Túnez (39 muertos), en Kuwait
(25), y en Lego, Somalia (50); el 11 de octubre,
en Ankara, Turquía (90); el 31 de octubre fue
abatido un avión de la compañía rusa Metrojet
con 224 personas a bordo; el 2 de diciembre en
San Bernardino, California (14). Además de los
incontables atentados en las zonas de guerra
como Irak, Siria, Afganistán, Pakistán y Yemen.
La serie se ha incrementado en el principio del
año 2016: 2 de enero en Pathanikoy, India; 7 de
enero en Libia; 12 de enero y 19 de marzo en
Estambul, 14 de enero en Yakarta, 15 de enero
en Burkina Faso, 21 de enero en Sinaí, Egipto;
15 y 22 de enero en Somalia; 30 de enero en
Nigeria; 17 de febrero y 13 de marzo en Ankara;
13 de marzo en Costa de Marfil.
En total, en 2015 hubo, según el Centro
sobre Terrorismo e Insurgencia de IHS Jane’s,
más de 18.000 ataques terroristas con cerca de
30.000 muertos y más de 36.000 heridos, de los
cuales el EI fue autor de 3300 (un 50 %más que
en 2014), y el Frente Al Nusra, filial de AQ en
Siria, de 550. La gran mayoría de estos ataques
tuvieron lugar en Siria (5500) e Irak (3800), en
muchos casos mediante el suicidio de sus auto-
res. Son tantos que realmente es difícil prestar-
les atención, salvo cuando golpean cerca, pero
se trata en realidad de una guerra subterránea,
insidiosa, que solo busca víctimas fáciles, civiles
en la mayoría de los casos, extendida por todo
el mundo, de Nigeria a Indonesia, y contra la
cual es muy difícil defenderse. La guerra de baja
intensidad del siglo XXI.
Los atentados en Europa están siendo ejecu-
tados por pequeños grupos, o más raramente
por individuos aislados, que actúan con cierta
autonomía, aunque siguiendo consignas de las
grandes centrales como AQ y –sobre todo, en
la actualidad– del EI. Generalmente se trata de
musulmanes europeos (todos los autores de
atentados en la UE en 2015 habían nacido en
Europa) de segunda o tercera generación, que
han crecido en muchos casos en barrios mar-
ginales y han tenido eventualmente episodios
de delincuencia común, radicalizados a través
de Internet, o en ciertas mezquitas, o en las
cárceles. No siempre son fanáticos religiosos,
sino que algunos podrían actuar movidos por
el resentimiento o por el odio. Algunos de ellos
habían residido o combatido en distintos paí-
ses de Oriente Medio, donde se completó su
radicalización y entrenamiento. Entre ellos, los
retornados de los conflictos del EI en Siria o Irak
son los más peligrosos.
Las instituciones de la UE y los gobiernos de
sus Estados miembros (EM) son conscientes de
que esta es la más grave amenaza a la segu-
ridad de sus ciudadanos, y están poniendo en
acción, aunque de manera desigual, los medios
políticos, económicos, policiales, de servicios de
inteligencia y militares para neutralizarla, tanto
en el interior de la UE como allí donde el yi-
hadismo crece y se desarrolla, sea en Oriente
Medio, en el norte de África o en el Sahel. Se
trata de un reto colosal en el que Europa se jue-
ga mucho, incluso su libertad, ya que el temor
a nuevos atentados está limitando la actividad
social, como sucedió en las celebraciones de fin
de año en París, Bruselas y Múnich. Solo la uni-
dad de los EM y la determinación de atacar a la
vez las causas y las consecuencias, permitirán
obtener resultados positivos, preservando siem-
pre los valores que caracterizan a las sociedades
en que vivimos.