EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
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contribuir a su estabilidad, prosperidad y de-
mocratización, además de ayudarles a poner
en marcha programas educativos y culturales
contra el radicalismo, mejorar la eficacia de
sus medidas de prevención y de control de los
extremismos, e incrementar el intercambio de
inteligencia. Debe revisarse la política de apo-
yo a dictadores, como Abdelfatah Al Sisi en
Egipto, porque son la semilla de una mayor
radicalización. Iniciativas como la Unión por el
Mediterráneo o la Política Europea de Vecindad
han demostrado su ineficacia para promover la
estabilidad, el progreso y la seguridad de los paí-
ses del norte de África, y deben ser actualizadas.
De igual modo, las estrategias de la UE para el
Sahel (septiembre 2011), y para el Cuerno de
África (noviembre 2011), deben ser reconside-
radas para poner el foco en la lucha contra el yi-
hadismo, que es hoy en día la principal amenaza
para estas regiones y para Europa.
El EI en Oriente Medio. La guerra de Siria
El grupo yihadista más importante en la actuali-
dad es el EI, cuyo centro de gravedad se encuen-
tra en una amplia zona de Oriente Medio que
abarca un tercio del territorio sirio, con su capital
en Al Raqa y una cuarta parte del territorio ira-
quí, incluidas Mosul y Faluya, donde ejerce una
dictadura brutal. El EI podría tener unos 35.000
combatientes, de los que 4000 procederían de
Europa. Además del EI, en Siria actúa también el
Frente Al-Nusra (FAN), filial de AQ en el país, que
tiene entre 5000 y 10.000 efectivos y controla
parte de las provincias de Hasaka y de Idlib. Ha
tenido enfrentamientos armados con el EI, que
condujeron a la ruptura de este con AQ en 2014,
pero también han colaborado en ocasiones.
El EI, originado en Irak a raíz de la invasión de
EE. UU., entró en Siria en 2013 aprovechando la
guerra civil que enfrenta, desde marzo de 2011
al régimen de Bachar Al Assad con grupos de
oposición armada, que iniciaron una revuelta en
la estela de las “primaveras árabes”. La guerra
ha costado ya entre 300.000 y 400.000 vidas
y ha originado 11 millones de desplazados, de
los cuales cinco millones han huido a otros paí-
ses, entre ellos, un millón a Europa. Los princi-
pales grupos políticos de oposición forman la
Coalición Nacional de Fuerzas de oposición y
revolucionarias sirias, cuyo componente princi-
pal es el Consejo Nacional Sirio. Su rama militar
más importante es el Ejército Libre Sirio, que,
aunque relativamente debilitado y desorganiza-
do, controla parte de las provincias de Daraa y
Quneitra, en el sur. En el norte, el Ejército de la
Conquista controla gran parte de la provincia de
Idlib. Hay muchos más grupos y facciones ac-
tuando sobre el terreno, hasta casi un centenar,
muchos de ellos de ideología salafista aunque
no sigan la disciplina de AQ ni EI.
Turquía apoya a la mayoría de estos grupos,
y también Arabia Saudí, Catar, los Emiratos, y
Kuwait, especialmente a los de carácter islamis-
ta, con armas y dinero. Todos ellos son países
de mayoría suní ansiosos por retirar del poder
a Al Assad, que pertenece a la rama alauí del
chiismo. Por su parte, el régimen tiene el apoyo
de Irán y de las milicias libanesas de Hezbollá. Es
decir, en Siria se está librando una guerra subsi-
diaria entre suníes y chiíes, y más allá, por la he-
gemonía en Oriente Medio entre Irán y Arabia
Saudí, lo que dificulta enormemente el combate
contra el EI, que es –al menos oficialmente– el
enemigo común de todos.
Desde el principio de la guerra civil siria, EE.
UU. y los países europeos se han mostrado ali-
neados con Arabia Saudí y Turquía, y partida-
rios de que Bachar al-Assad abandone el poder,
aunque han rechazado intervenir directamente
y se han limitado a prestar apoyo y equipos a