LA COYUNTURA POLÍTICA DE LOS PAÍSES EUROPEOS: ENTRE LAS AMENAZAS Y LAS OPORTUNIDADES
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en los años noventa y principios de la década
del 2000.
El discurso de ambos partidos se basa en una
crítica radical de las políticas económicas y so-
ciales “neoliberales” aplicadas por los partidos
populares y los socialistas e impuestas por la UE,
junto con una denuncia del comportamiento en
el poder de esas dos fuerzas políticas, que lle-
gan a considerar en realidad como una sola,
calificada como
casta
(tomando la definición
originalmente italiana) o como
búnker
. Con ese
argumentario y al hilo de la crisis, ambas fuerzas
políticas han conseguido en 2015 éxitos real-
mente significativos, aunque hayan terminado
divergiendo en la práctica cotidiana.
Así, una vez en el Gobierno, Syriza pasó de
provocar una auténtica crisis en la UE en el pri-
mer semestre de 2015 a terminar convirtiéndo-
se en el principal valedor de un nuevo rescate
económico de Grecia por parte de Bruselas sin
solución de continuidad respecto a los anterio-
res, suscritos y aplicados sucesivamente por la
izquierda socialdemócrata (PASOK) y la derecha
clásica (Nueva Democracia), hasta el punto de
convertirse finalmente el Ejecutivo de Alexis
Tsipras en el destinatario de nuevas huelgas ge-
nerales contra los recortes del gasto y las pres-
taciones públicas. En otras palabras, el populis-
mo de izquierdas griego se ha transmutado en
un partido de consignas radicales y decisiones
tradicionales, dejando de ser un problema para
la gestión de la UE.
Por su parte, Podemos propone un progra-
ma de reformas radicales en los gastos, ingresos
y funcionamiento del Estado, señalando su po-
sición contraria a la política económica de aus-
teridad de la UE, pero nunca posicionándose
formalmente como un partido euroescéptico y
menos aún antieuropeo, formando grupo en el
Parlamento Europeo con Syriza y los partidos
comunistas clásicos o renovados. De hecho, su
cooperación con el PSOE en España es una rea-
lidad en niveles regionales y municipales e inclu-
so ha estado encima de la mesa, al menos como
hipótesis, en lo referido al nuevo gobierno de
España tras las elecciones generales de 2015.
Los detonantes (I): la crisis
Ni el nacionalismo ni los populismos que han
experimentado un auge en la UE hubieran sido
imaginables sin la crisis y, sobre todo, sin la ges-
tión de la misma en los países miembros.
Conviene recordar, en ese sentido, que ha
sido la UE quien desde el inicio de la crisis en
2008 ha ido adoptando el mayor protagonismo
en la respuesta a la misma, de forma que los
Estados que la componen han sido percibidos
por buena parte de la ciudadanía casi como me-
ros ejecutores de las políticas dictadas o, mejor,
impuestas por Bruselas.
De esa manera, la Unión ha sido identificada
con la globalización que agredía vía crisis los
derechos sociales y creaba desempleo, frente al
reducto de seguridad tradicional que represen-
taban los Estados miembros.
Evidentemente, si el resultado de la política
económica europea hubiera sido positivo en tér-
minos de crecimiento y empleo, las consecuen-
cias habrían sido diferentes. Pero la realidad es
que la austeridad a ultranza ha sido la norma y
con ella se ha confundido plenamente la UE.
De ahí que en los países que más han sufrido
la crisis, como Grecia o España, el discurso del
populismo de izquierda haya contenido siempre
altas dosis de crítica hacia la UE –cuando no su
descalificación directa– y una reivindicación
constante de la “soberanía nacional” arrebata-
da por Bruselas.
En otro nivel, ello se ha dejado sentir tam-
bién en el crecimiento electoral de la izquierda