EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
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La imagen que sacude conciencias
Y mientras los Estados permanecen pasivos e
indiferentes ante este drama humanitario, la
ciudadanía ve cada día en sus televisores las gra-
ves imágenes de este terrible éxodo.
Pero fue la imagen de un niño la que conmo-
vió todas las conciencias. Aquella mañana de
primeros de septiembre en la que la foto del
pequeño Aylan Kurdi fue portada de todos los
informativos se estremeció el corazón de
Europa. Aquel pequeño de tres años, ahogado
en una playa turca, con sus pantaloncitos cor-
tos, camiseta roja y zapatitos nuevos, vestido
como si fuera camino del primer día de colegio,
nos hizo pensar que aquel pequeño podía haber
sido el hijo de cualquiera de nosotros.
La foto de Aylan retrató el drama de los refu-
giados que intentan conseguir asilo como única
vía de salvación y evidencia cómo las políticas de
denegación de visados humanitarios llevan a fa-
milias enteras a buscar soluciones desesperadas.
La familia de Aylan residía en la ciudad de
Kobane, al norte de Siria, un territorio que estaba
dominado por el terror del Estado Islámico. La fa-
milia había solicitado asilo en Canadá, donde re-
side parte de la familia paterna. Su solicitud de
asilo fue denegada en el mes de julio por las au-
toridades de este país, y eso llevó a la familia a
buscar una vía de salida desesperada y peligrosa,
pagando a los traficantes mil dólares por plaza
para cruzar hasta Grecia en los llamados barcos
de la muerte. No era la muerte lo que buscaban
cruzando el mar, sino la paz, una nueva oportuni-
dad, la oportunidad que la vida no les había dado.
En la tragedia murieron doce personas cuan-
do trataban de llegar a la isla de Cos. Seis de los
fallecidos eran niños de entre nueve meses y
once años de edad. Aylan y su hermano de cinco
años eran parte de ellos, además de su madre, de
35 años de edad. Los tres perdieron la vida.
Aylan es uno más de los 1000 niños que han
muerto durante 2015 tratando de alcanzar las
costas europeas. Según datos de UNICEF y la
Organización Internacional de las Migraciones
(OIM), los niños fallecidos en el Mediterráneo su-
ponen un 30 % del total de estas muertes. De
hecho, del millón de personas que ha cruzado este
año el Mediterráneo, más de un 20 % eran niños.
La tremenda imagen de Aylan dio la vuelta al
mundo y provocó un giro radical en la concien-
cia colectiva. La ciudadanía respondió con ro-
tundidad exigiendo a los Estados que dieran
una respuesta eficaz al drama de los refugiados.
Muchos responsables políticos cambiaron su
discurso y se alinearon con el mensaje de
Alemania, que llevaba meses exigiendo un re-
parto proporcional de las cuotas de refugiados.
Gracias a la dramática instantánea de Aylan,
una oleada de ciudadanos se levantó en toda
Europa y se apresuró a llevar comida y mantas
a las estaciones de tren donde se agolpaban
los refugiados en ciudades como Múnich. Las
redes sociales ardían con etiquetas como
#LaHumanidadLlegoALaOrilla, #YoSoyRefugiado
o el famoso #WelcomeRefugees que se convir-
tieron en tendencia en nuestro país.
Las respuestas institucionales fueron inme-
diatas. El ministro de Asuntos Exteriores de
España, García Margallo, llegó a decir “Ninguna
persona decente, y más si es padre, puede dejar
de sentirse conmovida”, y se empezó a percibir
un cambio de discurso. En el caso de España,
nuestro gobierno había regateado a la baja en la
primera propuesta del Consejo Europeo celebra-
do en julio que proponía el reparto de un total
de 60.000 personas (40.000 reubicados desde
países de la propia Unión y 20.000 reasentados
procedentes de terceros países de fuera de la
Unión Europea), de los cuales a nuestro país se
le había propuesto asumir un total de 5837 per-
sonas refugiadas en dos años y tan solo aceptó