BREXIT
: EUROPA Y REINO UNIDO SE DAN UNA NUEVA Y QUIZÁS ÚLTIMA OPORTUNIDAD
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naría en clara debilidad ante todos ellos, y tam-
bién ante la UE, que seguiría siendo el principal
bloque comercial del planeta. En materia de
política exterior y de seguridad, Estados Unidos,
su gran aliado histórico, desea ver un Reino
Unido fuerte miembro de una UE no menos
fuerte.
La posibilidad del
Brexit
genera mucha in-
certidumbre, porque en ningún momento ha
quedado definido qué implicaría exactamente.
Noruega forma parte del Mercado Único sin ser
miembro de la UE, lo cual implica asumir pasi-
vamente sus reglas sin participar en su defini-
ción. ¿Serviría ese esquema para Reino Unido?
Probablemente no, aunque existen otras alter-
nativas.
Europeístas británicos frente a euroescépticos
El bloque europeísta británico comparte la ne-
cesidad de reformar la UE en su sentido distinto
del que el europeísmo continental propone. Las
propuestas británicas podrían, en el mejor es-
cenario, constituir parte del proyecto total de
reforma que la UE pueda abordar en el futu-
ro, descartando sin embargo, incluso desde la
perspectiva europeísta británica, la participación
plena dReino Unido en el conjunto de políticas
de la UE. Así, por ejemplo, hoy resulta impen-
sable que Reino Unido reabra el debate sobre la
participación en el euro.
Las prioridades para los europeístas británi-
cos son: completar el mercado único para refor-
zar la productividad de los diferentes sectores
económicos y la competitividad europea; crear
la Unión de Mercados de Capitales; culminar
las negociaciones comerciales con los Estados
Unidos (TTIP), China y Japón; reducir el exceso
de regulación –
cut red tape
– y reforzar la polí-
tica exterior y de seguridad común. También, la
reforma y renacionalización parcial de la políti-
ca regional –fondos estructurales–, la reforma
de la PAC –aligerándola y enverdeciéndola–, la
desconfianza respecto al pilar social europeo, la
aligeración de las instituciones y de la adminis-
tración europea
Los europeístas y euroescépticos británicos
comparten determinados objetivos, algunos
muy distintos de los que un europeísta conti-
nental aspira alcanzar o incluso algunos objeti-
vos ya logrados. Así, todo lo que tiene que ver
con la unión política y el progresivo refuerzo de
la legitimidad democrática de las instituciones
europeas es un objetivo a batir. También todo
aquello que contribuya a debilitar o a diluir el
carácter intergubernamental del proceso de
toma de decisiones comunitario es criticado
y perseguido incluso por el bloque europeísta
dReino Unido, como fue por ejemplo el traslado
al Parlamento Europeo de la elección del presi-
dente de la Comisión Europea. Ambas sensibili-
dades comparten el mantenimiento del espacio
competencial del Consejo europeo y el refuerzo
del papel de los Parlamentos Nacionales (y no
precisamente en la línea de lo contemplado por
el Tratado de Lisboa).
En definitiva, el europeísmo británico no es
homologable al continental y sus debates y re-
flexiones se sitúan en un espacio muy diferente,
sin duda muy pragmático y prácticamente en-
focado exclusivamente en la dimensión econó-
mica de la UE y en su papel en el mundo. Nada
de unión política.
El europeísmo británico conduce a claras
contradicciones: por un lado, repudia los
opt-
out
, pero con su negativa a respaldar el avance
en la integración política, clave en este debate
en relación al
ever closer union
, hace imposible
evitar tener que recurrir en el futuro a nuevos
opt-out
a pesar del rechazo que generan entre
los propios británicos europeístas.