EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
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Sin embargo, el PIB per cápita solo refleja
una parte de la realidad. Omite costes y benefi-
cios que quedan al margen del mercado (el
ocio, el medio ambiente, el trabajo doméstico,
el sector informal, el acceso a los bienes públi-
cos). De este modo, las grandes diferencias en-
tre el PIB per cápita alemán (europeo) y el esta-
dounidense deben atribuirse en gran medida a
unos mayores insumos laborales per cápita (en
horas). El valor añadido por hora (productividad
por hora), sin embargo, solo difiere ligeramente
entre Estados Unidos y Alemania o Francia.
La otra pega que presenta el PIB per cápita
es que deja a un lado la distribución, que se
puede determinar mediante indicadores de la
desigualdad como el coeficiente de Gini, la ratio
de quintiles (S80/S20) o la cuota salarial respec-
to de la distribución funcional, para obtener un
panorama más completo. El coeficiente de Gini
representa un valor entre 0 y 1 (a veces también
definido entre 0 y 100), en el que 0 representa
la distribución equitativa plena y 1 (o 100) un
escenario en el que una sola persona percibe la
renta de toda la población, dejando al resto sin
nada. La ratio de quintiles representa la propor-
ción entre la renta de la quinta parte más rica de
la población y la de la más pobre. Al margen de
la desigualdad, puede considerarse la tasa de
pobreza que indica el porcentaje de población
que gana menos del 60 % de la renta media
(mediana). Para tener en cuenta los efectos de la
redistribución estatal, no solo debemos conside-
rar la distribución de los ingresos brutos, sino
también la renta disponible (después de impues-
tos y transferencias) y el índice de gasto social.
La evolución de la desigualdad entre países
El espacio que conforman los actuales Estados
miembros de la UE ha sido testigo de una larga
historia de desigualdad. En sus comienzos como
la Comunidad Económica Europea (CEE), la
Unión Europea de los seis era bastante homogé-
nea, a excepción del sur de Italia. La primera
ampliación solo trajo consigo un único país po-
bre, Irlanda, que, no obstante, se había conver-
tido en 1999 en el segundo país más rico de la
UE; aun cuando este espectacular proceso de
recuperación no comenzaría hasta unos 20
años después de su adhesión. Su renta per cápi-
ta superó con creces la media de la UE, y a día
de hoy se encuentra en el grupo de cabeza de
la UE. El problema de la desigualdad regional no
entraría de lleno en la agenda hasta que tuvo
lugar la ampliación meridional (con Grecia en
1981, y con España y Portugal en 1986).
Mientras que Grecia experimentó en los prime-
ros años un retroceso relativo respecto a la me-
dia de la UE, Portugal y España fueron capaces
de ganar terreno con la adhesión. La adhesión
en 1995 de países de la AELC solo dio entrada
a tres estados relativamente ricos.
La desigualdad creció de forma patente con
la ampliación hacia el Este, especialmente en la
segunda ronda que tuvo lugar en 2007, que
abrió las puertas a la adhesión de dos países
grandes y pobres, como eran Bulgaria y
Rumanía. Croacia (que ingresó en 2013) ya se
movía en cuanto a renta per cápita en los mis-
mos niveles que los países que habían protago-
nizado la primera ronda de la ampliación hacia
el Este. En 2013 la media del PIB per cápita en
la UE de los 28 se situaba en los 23.200
€
(en la
zona del euro, en los 25.400
€
). Sin embargo,
en el Estado miembro más pobre de la UE,
Bulgaria, la renta per cápita solo alcazaba los
3.800
€
anuales, mientras que en el más rico,
Luxemburgo, llegaba a los 62.400
€
, es decir,
más de 16 veces superior. La mayoría de los nue-
vos Estados miembros de Europa Central y del
Este registran rentas inferiores a los 10.000
€
; la