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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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toda herramienta, sometida además a restric-

ciones presupuestarias, ni saldrá la UEM bien

parada de la actual crisis ni podrá gestionar per-

turbaciones futuras. Se precisan reformas, pero

en sentido amplio: deben articular esta conver-

gencia estructural tanto como impulsar la com-

petitividad. También es preciso estimularlas me-

diante incentivos financieros en apoyo de las

reformas en países que están haciendo los es-

fuerzos necesarios para su materialización.

Tienen que acompañarse y respaldarse con

una gestión más efectiva de las políticas cíclicas.

La zona euro ha de dotarse de alguna forma de

absorción de impactos asimétricos de último re-

curso, para así asegurar una estabilidad conso-

lidada y concitar la máxima confianza posible

en su resistencia. No obstante, esto debe reali-

zarse sin crear mecanismos permanentes de

transferencia entre Estados miembros, al tiempo

que se garantiza el buen funcionamiento de los

estabilizadores automáticos nacionales como la

vía estándar para atajar las perturbaciones asi-

métricas.

Además, la UEM tiene que mejorar su capa-

cidad de maniobrabilidad macroeconómica co-

mún a largo plazo. Esto reviste especial impor-

tancia en el ámbito de la inversión y en relación

con los desequilibrios macroeconómicos, atajan-

do con igual fuerza los efectos desestabilizado-

res de déficits y superávits entre Estados miem-

bros. Una correcta política macroeconómica

también debería incluir una comprensión y un

uso adecuados de la política fiscal agregada de

la zona, para asegurar la adecuada gestión de la

demanda a lo largo de los ciclos económicos.

No es posible alcanzar la competitividad,

convergencia y cohesión económicas sin una

dimensión social sólida. Perseguir el progreso

social tanto dentro de los Estados miembros

como entre ellos, a través de un proceso bien or-

ganizado de convergencia estructural, debe

pasar a ser un principio clave para orientar las

políticas en la futura UEM, incluida una decisiva

reducción de las desigualdades. Esto implicará

una mayor solidez a nivel tanto político como

económico. En este sentido, es fundamental

contar con principios sociales comunes y con

una base tributaria común consolidada del im-

puesto de sociedades, para impedir una carrera

fiscal y social hacia el abismo entre los países de

la zona euro y de la UE. Ello debe traer apareja-

do un diálogo social más profundo en cuanto a

los temas que afectan a la zona del euro.

Esta gobernanza económica más fuerte y

reequilibrada deberá construirse de forma gra-

dual sobre una capacidad fiscal integral, finan-

ciada mediante recursos propios y con capaci-

dad de endeudamiento, con un control y una

legitimidad democráticos sólidos a nivel tanto

europeo como nacional. Como parte de esta

nueva configuración, debería incluirse un nuevo

enfoque respecto a la gestión de la deuda,

orientado a la sostenibilidad a largo plazo.

Más allá de esta serie de retos internos, la

zona euro también tiene que abordar los retos

internacionales generales, para poder gestionar

su transición hacia un nuevo modelo de creci-

miento y construir una divisa internacional esta-

ble y sólida. Como zona de moneda única den-

tro de la Unión Europea, la UEM debe

desempeñar un papel a la hora de influir en los

equilibrios mundiales y geoestratégicos, lo que

necesita de una representación externa unifica-

da en las instituciones y foros internacionales

clave.

Si bien las reformas de la UEM son necesa-

rias en este momento, a corto plazo el contexto

político no permite una implantación rápida y

completa de todos los cambios necesarios. En

algunos ámbitos es vital plantear y mantener un

nivel de ambición alto, al tiempo que se acepta

ir avanzando de forma gradual. A este respecto,