EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
72
toda herramienta, sometida además a restric-
ciones presupuestarias, ni saldrá la UEM bien
parada de la actual crisis ni podrá gestionar per-
turbaciones futuras. Se precisan reformas, pero
en sentido amplio: deben articular esta conver-
gencia estructural tanto como impulsar la com-
petitividad. También es preciso estimularlas me-
diante incentivos financieros en apoyo de las
reformas en países que están haciendo los es-
fuerzos necesarios para su materialización.
Tienen que acompañarse y respaldarse con
una gestión más efectiva de las políticas cíclicas.
La zona euro ha de dotarse de alguna forma de
absorción de impactos asimétricos de último re-
curso, para así asegurar una estabilidad conso-
lidada y concitar la máxima confianza posible
en su resistencia. No obstante, esto debe reali-
zarse sin crear mecanismos permanentes de
transferencia entre Estados miembros, al tiempo
que se garantiza el buen funcionamiento de los
estabilizadores automáticos nacionales como la
vía estándar para atajar las perturbaciones asi-
métricas.
Además, la UEM tiene que mejorar su capa-
cidad de maniobrabilidad macroeconómica co-
mún a largo plazo. Esto reviste especial impor-
tancia en el ámbito de la inversión y en relación
con los desequilibrios macroeconómicos, atajan-
do con igual fuerza los efectos desestabilizado-
res de déficits y superávits entre Estados miem-
bros. Una correcta política macroeconómica
también debería incluir una comprensión y un
uso adecuados de la política fiscal agregada de
la zona, para asegurar la adecuada gestión de la
demanda a lo largo de los ciclos económicos.
No es posible alcanzar la competitividad,
convergencia y cohesión económicas sin una
dimensión social sólida. Perseguir el progreso
social tanto dentro de los Estados miembros
como entre ellos, a través de un proceso bien or-
ganizado de convergencia estructural, debe
pasar a ser un principio clave para orientar las
políticas en la futura UEM, incluida una decisiva
reducción de las desigualdades. Esto implicará
una mayor solidez a nivel tanto político como
económico. En este sentido, es fundamental
contar con principios sociales comunes y con
una base tributaria común consolidada del im-
puesto de sociedades, para impedir una carrera
fiscal y social hacia el abismo entre los países de
la zona euro y de la UE. Ello debe traer apareja-
do un diálogo social más profundo en cuanto a
los temas que afectan a la zona del euro.
Esta gobernanza económica más fuerte y
reequilibrada deberá construirse de forma gra-
dual sobre una capacidad fiscal integral, finan-
ciada mediante recursos propios y con capaci-
dad de endeudamiento, con un control y una
legitimidad democráticos sólidos a nivel tanto
europeo como nacional. Como parte de esta
nueva configuración, debería incluirse un nuevo
enfoque respecto a la gestión de la deuda,
orientado a la sostenibilidad a largo plazo.
Más allá de esta serie de retos internos, la
zona euro también tiene que abordar los retos
internacionales generales, para poder gestionar
su transición hacia un nuevo modelo de creci-
miento y construir una divisa internacional esta-
ble y sólida. Como zona de moneda única den-
tro de la Unión Europea, la UEM debe
desempeñar un papel a la hora de influir en los
equilibrios mundiales y geoestratégicos, lo que
necesita de una representación externa unifica-
da en las instituciones y foros internacionales
clave.
Si bien las reformas de la UEM son necesa-
rias en este momento, a corto plazo el contexto
político no permite una implantación rápida y
completa de todos los cambios necesarios. En
algunos ámbitos es vital plantear y mantener un
nivel de ambición alto, al tiempo que se acepta
ir avanzando de forma gradual. A este respecto,