

POPULISMO Y NACIONALISMO
VERSUS
EUROPEÍSMO
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El populismo, la extrema derecha
y el nacionalismo en Europa
La gran recesión económica, que ha afectado
sobre todo a Europa en la última década, deja
como herencia un enorme aumento de la des-
igualdad, precariedad laboral, incertidumbre
hacia el futuro, y un deterioro de las condiciones
de vida y de las expectativas de amplias capas
de población, especialmente de clases medias
que se han visto expulsadas de su estatus social
y económico, y de los trabajadores menos cua-
lificados. Es el terreno abonado para el creci-
miento de los partidos de extrema derecha
como lo fue para el auge de los fascismos en los
años treinta del siglo pasado.
Esta situación es la consecuencia de un siste-
ma económico neoliberal que solo busca el cre-
cimiento y maximizar el beneficio, sin ocuparse
de la distribución ni de la igualdad, al que no
le importa sacrificar el modelo social europeo
del estado de bienestar. La derecha alternativa
(
alt-right
) –un nuevo eufemismo para la extre-
ma derecha– desvía la atención de esta realidad
culpando a la globalización de todos los males,
y presentando el proteccionismo, la vuelta a las
fronteras nacionales, como la solución a todos
los problemas. Es fácil explotar el miedo al futu-
ro y la rabia que produce la exclusión, y conver-
tirlos en odio hacia el otro, hacia el que es dife-
rente, sea por su religión, su lengua, el color de
su piel, o su ideología. Si a las consecuencias de
la crisis económica en Europa añadimos los flu-
jos migratorios masivos, que son percibidos por
las clases más desfavorecidas como una compe-
tencia insoportable para los puestos de trabajo
y las prestaciones sociales, y los atentados terro-
ristas, que producen una terrible sensación de
inseguridad, la tormenta perfecta está servida.
El populismo pretende ser la voz del pueblo,
contraponer sus intereses a los de los políticos
tradicionales, sean de derechas o de izquierdas.
Pero lo que hace en realidad es utilizar el miedo,
la ira y la angustia de la gente, emplear la men-
tira y explotar las emociones colectivas, para
conseguir sus fines políticos. Algo que eventual-
mente han hecho todos los políticos de todos
los tiempos, pero de forma sistemática. El polí-
tico populista hace amplio uso de la demagogia,
le dice a la gente lo que quiere oír, aunque sepa
fehacientemente que no es verdad. Propone so-
luciones simples a problemas complejos, aun-
que sea consciente de que su aplicación es im-
posible. Se presenta como una alternativa
diferente al resto de políticos –la élite–, a los que
culpa de todos los males, aunque su objetivo
sea ocupar el poder que tanto denigra. Recela
de los medios de comunicación, aunque trata
de utilizarlos.
El populismo de extrema derecha, el más ex-
tendido y peligroso, es además ultranacionalis-
ta, antieuropeo, identitario, excluyente y xenó-
fobo. Su chivo expiatorio es el emigrante, al que
achaca todos los males, incluidos los atentados
yihadistas, aunque la mayor parte de los terro-
ristas que los han ejecutado haya nacido en
Europa. Las concomitancias con los movimien-
tos fascistas del siglo XX son evidentes, solo
hace falta sustituir el antisemitismo por la isla-
mofobia. La población a la que se dirigen es la
misma: clases medias empobrecidas y trabaja-
dores poco cualificados, decepcionados con sus
partidos y sindicatos, que buscan una solución
milagrosa a su desesperación. Faltan ahora el
expansionismo y los movimientos de masas. Los
tiempos han cambiado y no vamos a ver a cami-
sas pardas desfilando con antorchas, ni líderes
supremos gritando consignas en uniforme mili-
tar. Pero el objetivo es el mismo: desviar la ira
popular de los verdaderos responsables de sus
males hacia enemigos imaginarios, reforzar el
sistema que tanto critican. Su preocupación por