

POPULISMO Y NACIONALISMO
VERSUS
EUROPEÍSMO
25
elementos populistas en su práctica política, tal
como presentarse como los únicos representan-
tes del pueblo frente a todos los demás y propo-
ner soluciones irreales, hay una diferencia fun-
damental con las formaciones de extrema
derecha: los fines que persiguen son absoluta-
mente opuestos. Mientras que el fin último de
la extrema derecha es reforzar el capitalismo, el
de la izquierda radical es destruirlo, o al menos
ponerlo bajo su control.
Las consecuencias políticas de la crisis
El aumento del populismo y el nacionalismo es
sin duda la consecuencia política más importan-
te de la crisis. La gestión política de la crisis eco-
nómica en Europa ha sido desastrosa, aunque
no para todos los países ni para todos los secto-
res sociales. En el conjunto de la UE la deuda
pública se ha disparado, el tejido i.ndustrial y
empresarial se ha debilitado, el desempleo ha
aumentado enormemente, los derechos labora-
les y los servicios y prestaciones sociales se han
deteriorado, dejando un rastro de incertidumbre
en amplios sectores sociales. Mirando con más
detalle, como los Estados miembros tienen aún
economías con diferencias estructurales muy
marcadas, lo que era bueno para unos no lo era
para otros. Se ha impuesto la visión del país más
poderoso, dirigido por Angela Merkel, basada
en la austeridad del gasto y la congelación de la
demanda, que ha sido muy beneficioso para un
país exportador como Alemania, pero desastro-
so para otros cuya deuda se ha disparado des-
equilibrando las cuentas públicas, sin tener la
posibilidad de devaluar la moneda. La adminis-
tración Obama eligió para Estados Unidos un
camino completamente distinto, neokeynesia-
no, fomentando la inversión y la demanda, con
resultados envidiables respecto a Europa.
Las recetas económicas neoliberales son fal-
sas y su única finalidad es favorecer el capital. Si
bajar impuestos y recortar prestaciones sociales
para equilibrar el gasto fuera la fórmula del éxi-
to, los países nórdicos estarían a la cola de
Europa, y los del sur a la cabeza. Y es justamen-
te al revés. Por el contrario, hay que recaudar
más, invertir y distribuir, para impulsar la de-
manda y con ella la economía. El peso de la cri-
sis ha recaído sobre las clases medias y los tra-
bajadores, aumentando enormemente la
desigualdad, relegando a la exclusión y la preca-
riedad a capas de población que antes estaban
perfectamente integradas, demostrando lo
erróneo de otro mantra neoliberal: que el creci-
miento beneficia a todos. Esta es la causa de la
desafección política y de la desesperación que
ha llevado a muchos europeos a caer en brazos
del populismo de extrema derecha, incluidos
muchos antiguos votantes de partidos socialis-
tas e incluso comunistas.
No obstante, esa desafección no habría sido
tan grave si los ciudadanos hubieran encontra-
do una alternativa viable y coherente a esas po-
líticas en la izquierda moderada, es decir, en la
socialdemocracia europea. Los partidos social-
demócratas europeos han asumido, en el poder
o en la oposición, que la política neoliberal era
la única posible y se han plegado a ella. Y si bien
es cierto que una alternativa es muy difícil, por
no decir imposible, en un mundo dominado por
los mercados financieros, cuando se intenta
aplicar en un solo país (véanse los problemas de
Siryza en Grecia), no lo es si se trata de Europa
en su conjunto. Estos partidos no lo han inten-
tado siquiera, ni a nivel nacional ni a nivel euro-
peo, abandonando ideas como la regulación y
el control democrático del capitalismo financie-
ro, o el mantenimiento de los derechos labora-
les y las prestaciones sociales que están en su
origen y en su esencia. La adscripción de la