

POPULISMO Y NACIONALISMO
VERSUS
EUROPEÍSMO
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y los trabajadores golpeados por la crisis, la
transformación política en Europa será dramática.
Los partidos populistas crecerán más al calor de
los desencantados de la izquierda, los europeos
tendrán que elegir entre la derecha y la extrema
derecha, como en las presidenciales de Francia, y
no será raro ver en el futuro más Gobiernos como
el polaco o el húngaro, que pongan en cuestión
las reglas más elementales de la democracia. En
todo caso, la derecha neoliberal aprovechará el
crecimiento de la extrema derecha para afianzar
sus posiciones y reducir aún más lo que queda del
estado de bienestar. Como dijo el financiero esta-
dounidense Warren Buffet: “Hay una lucha de
clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que lu-
cha, y vamos ganando”.
La Unión Europea en peligro
Los populismos europeos de extrema derecha
proponen diversos grados de hostilidad hacia la
integración europea, desde los que promueven
directamente el abandono de la Unión, como
ha hecho –con éxito– el UKIP, hasta los que solo
pretenden no acatar la normativa que no les
conviene, manteniendo las ventajas de la perte-
nencia (PiS), pasando por los que quieren aban-
donar la moneda única (Liga Norte). Las reticen-
cias hacia la bondad de la UE han florecido en
buena parte de la ciudadanía, ante la constata-
ción de su incapacidad para afrontar la crisis
económica con soluciones equilibradas y justas.
El tradicional consenso entre populares, libera-
les y socialdemócratas, que ha sido habitual-
mente el motor de la Unión, ha hecho imposible
en la práctica la aparición de una alternativa
política creíble en la Unión, lo que unido al pa-
pel protagonista del Consejo Europeo, domina-
do por Merkel, ha hecho creer a mucha gente
que en la UE no existe la posibilidad de cambiar
las políticas de austeridad que se ha aplicado
durante la crisis, muy dolorosas para muchos, y
que volver al Estado nación era la única manera
de solucionar sus problemas.
La UE está sufriendo, desde hace años, la
peor crisis desde su fundación, como Comunidad
Económica Europea, hace 60 años. Se trata de
una crisis polifacética, que engloba problemas
graves en muchos campos. Una profunda crisis
económica, aún no resuelta del todo, que ha
puesto de manifiesto los límites de la solidaridad
entre Estados miembros, la ineficacia de los me-
canismos comunitarios existentes para afrontar-
la, y ha incrementado la desigualdad, la preca-
riedad laboral, y la exclusión social. Una crisis de
seguridad, interior y exterior, que la hace muy
vulnerable, agravada por el aparente desinterés
de la nueva administración de Washington en la
seguridad europea. Una crisis de refugiados,
que ha revelado la debilidad de nuestros procla-
mados valores, y –una vez más– la pobre solida-
ridad de nuestras sociedades nacionales. Y final-
mente, el problema principal: la creciente falta
de cohesión interna, no solo en el aspecto eco-
nómico, en el que la brecha entre el norte y el
sur no ha hecho sino agrandarse, sino también
el político, con la deriva antidemocrática de
Polonia y Hungría, que podría extenderse a
otros países más importantes, y ante la que la
UE parece incapaz de reaccionar.
La presión en contra de la UE aumenta, des-
de el exterior y desde el interior, tal vez porque
en un mundo globalizado según las reglas del
neoliberalismo más feroz, Europa es el único ba-
luarte de consideración que queda en defensa
del Estado social de derecho, aunque degrada-
do. El último obstáculo para que la ley de la sel-
va, la desregulación financiera total y la destruc-
ción de los derechos laborales y sociales se abra
paso en todo el planeta. Es además un proyecto
de estructura política supranacional que podría