

POPULISMO Y NACIONALISMO
VERSUS
EUROPEÍSMO
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parte de los ciudadanos en las siguientes elec-
ciones, que serían así dueños y responsables de
las decisiones. Y desde luego sería perfecto que
los presupuestos comunitarios provinieran en su
totalidad de impuestos europeos, sin ninguna
intervención de los Gobiernos nacionales. Es sa-
bido que quien paga, manda. Y de este modo la
CE respondería ante los ciudadanos europeos
en lugar de hacerlo ante los Estados, como su-
cede actualmente.
Este es el camino, por difícil que parezca en
la actualidad. La coordinación de las políticas
nacionales se ha mostrado insuficiente para re-
solver los problemas que afectan a todos los
europeos, en especial en los sectores más en
crisis: el económico, en el que hace falta por
ejemplo completar la unión bancaria con un
fondo común de garantía de depósitos; el mi-
gratorio, donde son imprescindibles normas
comunes y repartos de cuotas; y el de seguri-
dad y defensa –convencional, antiterrorista y
cibernética– en un momento en el que Europa
puede tener que enfrentar en soledad los cre-
cientes problemas de su periferia. Y es necesa-
rio construir la Europa social, una garantía co-
munitaria de los derechos sociales, como el
salario mínimo y el subsidio de desempleo, que
complete la acción social de los Gobiernos na-
cionales, para que los ciudadanos perciban que
su pertenencia a la UE les asegura también
unos beneficios directos.
Finalmente, es imprescindible también habi-
litar un método directo, resolutivo y suficiente-
mente disuasorio para sancionar a los Estados
miembros que no cumplan los estándares de-
mocráticos o vulneren la Carta de Derechos
Fundamentales, negándoles no solo el derecho
de voto sino el acceso a los fondos comunita-
rios. La UE se basa en la democracia plena y la
separación de poderes, y no puede tolerar des-
viaciones en estos principios esenciales, como
sucede actualmente con Polonia, por un proce-
dimiento lento, ineficaz, y que requiere al final
una difícil unanimidad. Una reacción tibia pue-
de estimular a otros a seguir el mismo camino,
que conduce sin duda a la destrucción de la
Unión y a un futuro peligroso.
La cuestión ahora es si la UE será capaz de
mantener y profundizar, en un entorno hostil, el
proceso de convergencia imprescindible para
afrontar los retos comunes, así como mantener
los principios de libertad, paz, respeto a los dere-
chos humanos, solidaridad e inclusión –interna y
externa–, el ideal de justicia e igualdad, y los
avances sociales del estado de bienestar. Esto es
lo que los ciudadanos demandan. Si somos capa-
ces de convencerlos de que la Unión se manten-
drá firme en esos principios, moderando los
egoísmos nacionales y de clase, y hacemos las
instituciones europeas más eficaces y transparen-
tes, el neofascismo blando que ahora nos ame-
naza desde tantas direcciones no prevalecerá.