EL OBJETIVO DE MACRON PARA LA UE: DEVOLVERLES EL ORGULLO A LOS EUROPEOS
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más integrador de la UE hasta la fecha. Bercy, el
barrio en el que está ubicado el Ministerio de
Finanzas francés y del que es originario el presi-
dente, ha desarrollado ideas para crear un pre-
supuesto para la zona euro destinado a actuar
como estabilizador en caso de la economía de
un país sufra un revés. Macron también está a
favor de la creación del cargo de ministro de fi-
nanzas de la zona euro, así como de un parla-
mento para la unión monetaria, lo que reaviva
la antigua disputa franco-alemana sobre el tipo
de gobernanza económica que debe llevar apa-
rejada la moneda única.
Restaurar la influencia de Francia al
tiempo que atiende a las preocupaciones
francesas
Francia sabe que, al marcarse una agenda tan
extensa y ambiciosa como es esta “Europa que
protege”, no cumple las expectativas de muchos
líderes europeos, entre ellos Alemania. Sin em-
bargo, Macron parece apostar a todo coste por
una integración más profunda frente a la unidad,
y prefiere resultados concretos a compromisos
amplios pero de medias tintas. Es inevitable: la
Europa de Macron se mueve a varias velocidades.
Sus propuestas se asientan, en primer lugar,
sobre el eje franco-alemán tradicional, que quiere
reforzar para darles a sus ideas el impulso político
que necesitan. A diferencia de sus dos predeceso-
res, Nicolas Sarkozy y François Hollande, el enfo-
que de Macron no consiste en hacer aliados fren-
te a Alemania, sino en ponerse de su parte. Su
gobierno es el más germanófilo que ha tenido
Francia hasta la fecha. Su primer ministro, Édouard
Philippe, su ministro de finanzas, Bruno Le Maire,
y su
sherpa
en asuntos exteriores, Philippe
Étienne, hablan alemán con fluidez, al igual que
su primera ministra de defensa, Sylvie Goulard.
Para ganarse la confianza de Alemania en
particular y de los miembros de la UE en gene-
ral, ha insistido en respetar, desde el punto de
vista financiero, el umbral de deuda pública del
3% del PIB. Por tanto, su política fiscal nacional
y, en términos más amplios, sus reformas estruc-
turales internas de la economía francesa (como
la del mercado laboral del pasado otoño), de-
ben analizarse también desde una perspectiva
europea, como una forma de ganarse el respeto
de Berlín (y de Bruselas) para recuperar la in-
fluencia política que Francia ha ido perdiendo
en los últimos años. Su afán por devolverle a su
país su reputación dentro de Europa es una pie-
dra angular de su política europea y ha sido po-
sible, en esta etapa, gracias al entorno económi-
co y financiero positivo a nivel global, que le
proporciona cifras convincentes.
Pero, haciéndonos eco del famoso
en même
temps
(“al mismo tiempo”) de Macron, su polí-
tica europea también tiene que entenderse des-
de la perspectiva política nacional. Un claro
ejemplo lo representa su implicación personal el
verano pasado en el tema de los trabajadores
desplazados. Macron viajó hasta Salzburgo
(Austria) para reunirse con los líderes de las ve-
cinas Eslovaquia y República Checa e intentar
conseguir el apoyo político que necesitaba por
parte de ambos para realizar esta reforma so-
cial, mientras que criticó al gobierno polaco con
dureza y sin tapujos. Desde un punto de vista
diplomático, se las arregló para debilitar al lla-
mado Grupo de Visegrado (República Checa,
Hungría, Polonia, Eslovaquia) al dividirlo. Sin
embargo, desde un punto de vista nacional,
esta acción apeló a un sentimiento muy arraiga-
do en los franceses, que nunca han parecido
aceptar del todo la gran ampliación de la UE
hacia el este en 2004 y que aún temen al famo-
so “fontanero polaco”. Además, Macron se po-
sicionó en contra del gobierno polaco en un