EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
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países europeos. Beneficia a los ciudadanos
como consumidores y como trabajadores. Ace-
lera y mejora el diseño, el desarrollo, la produc-
ción y la utilización de productos, procesos in-
dustriales y servicios nuevos. Resulta fundamen-
tal para crear mejores empleos, construir una
sociedad más sostenible y mejorar nuestra cali-
dad de vida, pero también para mantener la
competitividad de la Unión en el mercado mun-
dial, que es esencial para lo anterior.
La Cuarta Revolución Industrial
La transformación tecnológica, y cómo las nue-
vas tecnologías digitales están dando forma a
una nueva revolución industrial, está en los pri-
meros lugares de la agenda estratégica de em-
presas y gobiernos, concentra la atención de los
medios y está presente en todos los foros rele-
vantes de discusión y pensamiento. En esta nue-
va revolución industrial, Europa tiene mucho en
juego y sería muy elevado el precio a pagar si
nuestras sociedades y nuestras empresas que-
daran descolgadas en esta época de cambios.
No es la primera vez que el progreso tecno-
lógico y científico provoca disrupciones profun-
das y duraderas en la economía. Hace algo más
dos siglos, la Primera Revolución Industrial
transformó la forma de fabricar y producir gra-
cias a la máquina de vapor. El uso de la fuerza
mecánica sustituyó por primera vez al músculo
humano y a la tracción animal como fuerzas bá-
sicas de producción. Industrias como la textil, la
siderúrgica o la del transporte, con la aparición
de los ferrocarriles, cambiaron radicalmente y
con ello transformaron la sociedad permanente-
mente y algunos de sus efectos son todavía visi-
bles doscientos años después.
La Segunda Revolución utilizó la electricidad
y los progresos en procesos industriales para
crear la producción en cadena, y aparecieron las
grandes fábricas de automóviles y de bienes de
equipo. Más recientemente y tan sólo hace unas
pocas décadas, la Tercera Revolución se produce
gracias a la evolución de la electrónica y las tec-
nologías de la información y comunicación:
aparecen los primeros ordenadores y se genera-
lizan los equipos y procesos informáticos.
Y, partiendo de ésta última, estamos vivien-
do desde hace pocos años la Cuarta Revolución
Industrial, que se caracteriza por la fusión y ace-
leración de tecnologías digitales, las cuales jun-
to con la hiperconectividad de personas y obje-
tos, están transformando nuestro mundo y es-
tán conduciendo a la creciente hibridación de
las esferas física, digital y biológica.
Es evidente para todos la magnitud de los
cambios disruptivos que el desarrollo de las nue-
vas tecnologías está causando en la sociedad: en
la forma de relacionarnos, aprender, interaccionar
social e incluso política y administrativamente.
La transformación digital abre la oportuni-
dad a innovaciones profundas en los modelos
de negocio y sociales que trastocan el “orden
establecido”, difuminan las fronteras nacionales
o sectoriales, rebajan mucho las barreras de en-
trada a nuevos agentes y crean nuevos modelos
en red que desafían a las empresas y negocios
tradicionales. Enumerar los impactos, bien ob-
vios y visibles para todos, de la revolución digital
es innecesario. Es mucho lo que está en juego
para Europa por la magnitud y la velocidad de la
capacidad transformadora de la tecnología.
Los países europeos y sus instituciones co-
munitarias son conscientes de que otras partes
del mundo están mejor posicionadas en el ám-
bito de la innovación tecnológica, ya sea por su
ecosistema tecnológico o emprendedor más
potente, por la fuerte y sostenida inversión pú-
blica en I+D o por un (supuesto o real) conser-
vadurismo empresarial europeo. El hecho cierto