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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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la Unión Europea (UE). La ley, aunque criticada

con razón por insuficiente por los ambientalis-

tas, sirvió al menos para lanzar una señal im-

portante del compromiso estadounidense en la

Conferencia de Cambio Climático de Naciones

Unidas en Copenhague de diciembre de 2009.

Pronto el cambio climático se convirtió en un

elemento más para la polarización partidista

por parte del bando republicano, tanto por ra-

zones de principio como tácticas. Negacionistas,

escépticos de la ciencia y oportunistas levanta-

ron un muro de objeciones para bloquear una

legislación favorable a las energías limpias o el

ahorro energético. Aun así, Obama consiguió

nuevas regulaciones para aumentar la eficien-

cia energética de los vehículos de transporte y

un gran acuerdo con la industria del automóvil

para promover el coche eléctrico. En la campa-

ña de reelección de 2012, Obama mantendría

la lucha contra el cambio climático en primer

plano de su discurso, y partir de entonces fue

vocalizando cada vez más en esta agenda.

Entre los hitos que marcan el giro de la po-

lítica energética de EE. UU. figuran tres de im-

portancia capital, culminados todos a lo largo

de 2015. El primero es el anuncio del Plan de

Energía Limpia (Clean Power Plan) en agosto

de 2015, un paso decisivo para reducir la con-

taminación del carbón de las centrales eléctri-

cas, incorporando a EE. UU. a la lucha contra el

cambio climático a nivel global con un objetivo

concreto de reducción de emisiones en un 32 %

para 2030. A pesar de establecer estándares

razonables y objetivos individualizados a los es-

tados para reducir la contaminación a causa del

carbón, el establecimiento de estándares fede-

rales de emisiones ha obligado al cierre de nu-

merosas centrales eléctricas a base de carbón.

La reacción de los sectores del carbón y del gas

natural no se hizo esperar, y se acusó al plan

de ser demasiado caro o de destruir puestos de

trabajo, algo que los republicanos han repetido

como un mantra a pesar de no ofrecer un plan

alternativo. En otro ejemplo más del sistema de

check and balance

norteamericano, el Tribunal

Supremo suspendió en febrero de 2016 la ley

momentáneamente, al considerar que había

fundadas razones para revisar los argumentos en

contra en tanto esa ley federal invadiría las com-

petencias de estados afectados, como Wyoming

o Virginia Occidental. Parece, sin embargo, que

la ley es lo suficientemente flexible como para

esperar que finalmente el Tribunal Supremo le

diera luz verde después de un largo proceso

que se alargaría hasta después de las elecciones

presidenciales, en 2017. Un segundo hito es la

decisión de rechazar la construcción del oleo-

ducto Keystone XL, un polémico proyecto en el

punto de mira de los ambientalistas que iba a

unir Canadá con la costa del Golfo de México.

La decisión tuvo una carga simbólica enorme y

suponía el paso audaz del Rubicón de la ener-

gía. Finalmente, el tercer hito es la Cumbre del

Clima de Naciones Unidas de París (COP21) de

diciembre de 2015, a la que volveremos al final

de este capítulo, y donde gracias al liderazgo

estadounidense, europeo y chino se materializa

un acuerdo entre 185 países para limitar la con-

taminación del carbón y mejorar la resistencia

a los efectos del cambio climático, avanzando

sobre lo conseguido en Copenhague. EE. UU.

se comprometió, de acuerdo al Plan de Acción

sobre el Clima, a reducir en 2025 las emisiones

entre un 26 % y un 28 % respecto a niveles

de 2005. ¿Cómo fue posible un acuerdo esta

vez? Paradójicamente, los defectos del acuer-

do –su flexibilidad, la ausencia de sanciones, las

incertidumbres en cuanto a su implementación–

son también las virtudes que le permitieron salir

adelante. Pero, sobre todo, el éxito final fue po-

sible gracias a un cambio fundamental: el giro

en política energética de China.