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De Copenhague a París: el giro de Estados
Unidos y China
En el año 2009 se produjeron en Estados Unidos
dos hechos concatenados cuyos efectos se ma-
nifestarían siete años más tarde, en 2015. El
primero es la llegada a la Casa Blanca de Barack
Obama, quien mucho antes de tomar posesión
había avanzado su objetivo de dar un giro ra-
dical a la política energética y medioambiental
del segundo país más contaminante del planeta
después de China. La gobernanza global en este
terreno se presentaba no solo como oportuni-
dad, sino como una necesidad de la nueva hoja
de ruta. En su discurso inaugural de 2010, ape-
nas pasado lo peor de la tormenta financiera,
Obama expresó de nuevo su convencimiento
de que “la nación que lidere la economía de la
energía limpia será la nación que lidere la eco-
nomía global”. Se trataba de hacer de la agenda
climática la piedra de toque de varias políticas
al mismo tiempo –económica, energética, de
seguridad nacional–, emprendía un giro radical
respecto al pasado inmediato –la economía y la
geopolítica del petróleo consagrada por G. W.
Bush y los
neocon
– e iniciaba un largo camino
de convergencia de la economía estadouniden-
se con el futuro. Se trataba de una decisión car-
gada de repercusiones económicas, geopolíticas
y de gobernanza mundial, consistente con su
doctrina de enfocar la seguridad y la prosperi-
dad desde nuevos parámetros.
Sin embargo, el giro hacia una transición
energética ligada al cuidado del medioambiente
tardaría en hacerse realidad. A su vez, en ausen-
cia de un liderazgo norteamericano, los avances
en la dirección de acuerdos de alcance global
para limitar la emisión de gases invernadero y
reforzar las energías renovables se ralentizaron
mucho. Durante su primer mandato, la Cámara
de Representantes de mayoría demócrata había
aprobado en junio de 2009 la American Clean
Energy and Security Act (conocida como la ley
Waxman-Markey), que contemplaba la creación
de mercados de captura de emisiones de ga-
ses de efecto invernadero y una reducción de
emisiones de hasta el 80 % en 2050, con unos
objetivos muy semejantes a los establecidos por
La gobernanza global
del clima y la energía: la
Cumbre del Clima de París
Ana Belén Sánchez y Vicente Palacio