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CAPÍTULO 6.

TRASTORNO DE ALIMENTACIÓN NO ORGÁNICO

¿Cómo se mantienen las dificultades de alimentación?

Cuando los niños comienzan a no comer adecuadamente surgen las primeras

preocupaciones y los padres tienden a centrarse en el niño mucho más,

dedicándole más tiempo y atención. Los niños, por su parte, perciben este cambio

de actitud en los padres y se dan cuenta, sin saber muy bien cómo, que han

conseguido su mayor deseo, que le hagan más caso. El niño comienza a asociar

una actitud negativa con la comida con una mayor atención de sus progenitores,

favoreciendo así que esta nueva asociación se mantenga en el tiempo.

En consecuencia, el problema se empieza a perpetuar, aumentando la

preocupación y disminuyendo la paciencia de los padres. Como resultado, se

genera un ambiente de tensión dentro de la familia en el que se suceden las

riñas, los castigos, los chantajes, las súplicas y todo un repertorio de malas

contestaciones. Sin embargo, a pesar de la tensión familiar, los niños valoran

más la atención recibida que el malestar que esa situación les provoca y, por lo

tanto, siguen negándose a comer. Además, a base de repetirlos en el tiempo y

de ser reforzados por el entorno, ciertos comportamientos anormales acaban

convirtiéndose en sus rutinas de alimentación, de forma que ya no saben

comportarse con la comida de forma diferente.

Por otra parte, los padres ven cuestionado su rol y se sienten sobrepasados por

la negativa de su hijo. No consiguen entender esta actitud por parte del niño y

los sentimientos que experimentan cada vez son más encontrados y difíciles de

manejar. Esto hace que, durante las comidas, los padres se conviertan en una olla

exprés a punto de explotar. A pesar de los esfuerzos por mantener el control, en

ocasiones la válvula acaba finalmente disparándose, descargando sobre el hijo

toda la frustración acumulada. Toda esta tensión durante las comidas afecta a

las relaciones dentro de la familia, que empiezan a desgastarse. Los niños dejan

de ser lo que son para convertirse en lo que comen y es justamente la comida

la que marca la relación de toda la familia. Los padres se sienten controlados

y manipulados por el niño. Los niños se sienten presionados y señalados por

los padres. La complicidad existente desaparece y se crea un desafío de poder

entre padres e hijos que les somete a una montaña rusa de emociones.

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Mi hijo no come

Realizo todo tipo de cosas para

conseguir que mi hijo coma algo

(promesas, premios, etc.)

Me preocupo

y centro la atención

en mi hijo

Cada vez me preocupo

más y centro mi atención

en el problema de la comida

Mi hijo no come