¡TODOS A COMER!
Diseñar un plan de actuación.
Antes de nada, los padres tendrán que diseñar
juntos un plan de actuación de acuerdo al tipo de dificultad del niño y a las
características de la familia (por ejemplo, integrantes de la familia, presencia de
hermanos, ocupación laboral de los padres, rol que cada padre desempeña en
la familia, tipo de actividades asignadas a cada padre, habilidades personales,
recursos de la familia, etc.). Tras el repaso de la situación y puesta en común de
los objetivos a conseguir, se procederá al diseño del plan.
Este plan debe estar dividido en diferentes etapas con diferentes objetivos. Por
ejemplo: etapa 1, conseguir que el niño interiorice una rutina en la comida: horario,
lugar, menú, número de comensales, etc.; etapa 2, conseguir que el niño aguante
todo el tiempo de la comida sentado en la mesa (30 minutos máximo); etapa 3,
fomentar que el niño participe de forma distendida de la conversación en la mesa;
etapa 4, conseguir que el niño participe de las actividades en torno a la comida
(quitar la mesa, poner el agua, etc.). Esta actuación pretende centrar las energías
en una sola cosa a la vez, no saturar con un exceso de retos, respetar los ritmos
de aprendizaje del niño, tener en cuenta los pequeños pasos hasta conseguir la
meta y ser conscientes de los logros conseguidos a lo largo de todo el recorrido.
Instaurar rutinas.
La vida laboral actual no es un gran aliado a la hora de mantener
rutinas, obligando en muchas ocasiones a modificar el plan del día, retrasando o
adelantando en el tiempo las actividades básicas de la vida diaria de los niños
(por ejemplo, comida o baño). Sin embargo, muchas veces no se tiene en cuenta
que los cambios bruscos y continuados en los quehaceres de los niños terminan
generándoles sentimientos de descontrol e inseguridad, al no tener asentados
todavía conceptos claves relacionados con el orden y la sucesión de las cosas.
Como consecuencia, pueden darse a largo plazo dificultades en otros aspectos
de la vida que terminan obstaculizando el desarrollo psicológico, físico y social.
Establecer y mantener en el tiempo hábitos saludables (por ejemplo, «hay que
irse a dormir porque la luna ya ha salido») facilita el equilibrio físico y emocional,
generando rutinas seguras en la vida del niño. En el caso de que los padres
no puedan asegurar el cumplimiento de las mismas, una posibilidad es buscar
a otras personas dentro del entorno de confianza (como abuelos o hermanos
mayores) que se puedan hacer cargo de la tarea. A medida que los niños
crezcan, la flexibilidad en los horarios puede ir siendo mayor, siempre y cuando
haya unos hábitos sólidos de partida.
Límites.
Tan importante es el cariño de un padre hacia un hijo como transmitir
unas normas claras que ayuden al niño a saber comportarse y a autorregular su
comportamiento. Les permite discriminar entre qué cosas pueden hacer y cómo
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