CAPÍTULO 3.
ALIMENTACIÓN INFANTIL
Las pautas alimentarias de este grupo de edad son muy similares a las del grupo
anterior. Las texturas son lasmismas que para el resto de la familia, ya que la capacidad
de masticación es completa, y prácticamente no se realiza introducción de nuevos
alimentos, aunque sí puede ir aumentando progresivamente la cantidad de alimentos
que se come. En general, el niño realiza cuatro comidas (desayuno, comida, merienda
y cena), más una adicional que suele hacerse a media mañana durante el recreo. La
planificación de las comidas es también similar a lo que ya se ha comentado, aunque
merece la pena insistir en el hecho de cuidar que el desayuno sea adecuado para
las necesidades del niño durante la mañana (un 25% de los aportes totales diarios)
y en que la familia se informe del menú escolar para complementar con la cena los
alimentos que se toman durante la comida en el colegio.
Pueden darse una serie de consejos generales para evitar errores frecuentes de
alimentación en este grupo de edad:
Adaptar la cantidad de alimentación al ritmo de actividades del niño.
Asegurar un desayuno adecuado, evitar las comidas copiosas, proporcionar
una merienda sencilla y procurar que la cena complemente el resto de la
dieta. Evitar los picoteos entre las horas de las comidas.
Evitar el excesivo consumo de leche: con medio litro al día es suficiente.
Moderar el consumo de alimentos proteicos, favoreciendo los alimentos
vegetales frente a los animales: aumentar el primer plato y la guarnición
del segundo y disminuir la cantidad de carne y pescado.
Comer preferentemente carnes magras y favorecer el consumo de
aceite de oliva, evitando el exceso de grasa y la bollería industrial. El
consumo de huevos se limita a tres por semana.
La dieta debe ser variada, con abundantes cereales y frutas para asegurar
el aporte de hidratos de carbono complejos, fibra y vitaminas. Hay que
restringir el aporte de zumos no naturales y de azúcares refinados.
Evitar el exceso de sal.
ALIMENTACIÓN DE LOS SEIS A LOS ONCE AÑOS
Seguimos en una fase de crecimiento estable, con unas necesidades de energía
relativamente bajas y en la que es frecuente el poco apetito del niño, al menos
según la percepción de los familiares adultos que le rodean.
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