¡TODOS A COMER!
las capacidades funcionales del adulto, permitiendo que el niño coma una
alimentación variada cada vez más similar a la del resto de la familia.
Es muy importante tener en cuenta que la velocidad de crecimiento y de ganancia
de peso disminuye muy rápidamente a lo largo de los dos primeros años de vida.
Por regla general, el niño duplica el peso del nacimiento hacia el cuarto mes y lo
triplica al año, pero pasa después a una fase de crecimiento mucho más lenta, con
lo que sus necesidades de energía disminuyen de forma paralela, lo que explica
que a partir de los tres años coma mucha menos cantidad en relación al peso
corporal que durante el periodo de lactante. Este hecho, que parece tan evidente
(si se crece menos, se necesita comer menos en comparación), no suele tenerse
en cuenta, por lo que es un motivo de preocupación más que frecuente por la
creencia de los padres de que el niño no come todo lo que debería.
Cada niño tiene unas necesidades específicas, por lo que la cantidad de comida
necesaria dependerá de sus particularidades físicas, del grado de actividad y
estilo de vida, etc. En última instancia, la normalidad en el estado de salud y la
constatación de un crecimiento óptimo por parte del pediatra serán la única prueba
necesaria para concluir que la cantidad de alimento que come es la que necesita.
Es en este momento de la vida cuando el niño empieza a desarrollar sus
conductas alimentarias particulares, con sus preferencias y aversiones,
que pueden ir variando con el tiempo, siendo motivo de conflicto con la
persona que lo alimenta y dificultando el establecimiento de unas pautas de
alimentación sanas. Todo esto puede resultar más complejo si, además, existe
una preocupación innecesaria porque el niño no come lo suficiente. Como regla
general, siempre resultará más útil preocuparse de qué come que hacerlo por la
cantidad, intentando evitar la adquisición de hábitos dietéticos inadecuados que
puedan persistir después incluso durante toda la vida.
Lo habitual durante este periodo es que el niño realice cuatro o cinco comidas al
día. El aporte total debe repartirse de forma equilibrada entre todas las tomas,
evitando el frecuente error que suele cometerse a todas las edades de aumentar
la importancia de comida y cena en detrimento del desayuno. Como orientación,
comida y cena deben aportar cada una la tercera parte del total, quedando el
tercio restante a dividir entre el desayuno y las otras tomas: desayuno 25%,
comida 30%, merienda 15% y cena 30%.
La cantidad de leche diaria es de alrededor de medio litro. El niño no necesita
más y parece que el exceso puede favorecer la existencia de algún problema de
salud, como pérdidas de hierro o estreñimiento. La mayor parte de la leche se
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