LA CRISIS DE LA POLÍTICA DE REFUGIADOS DE LA UE
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Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR), pero también Frontex
y la Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO),
la UE precisa de una mejor previsión de los nue-
vos movimientos migratorios, así como de un
mecanismo más ágil para gestionar de una ma-
nera más eficaz posibles llegadas de refugia-
dos, coordinar mejor las fuerzas de los Estados
miembros y tener preparados contingentes
para hacer frente a grandes movimientos de
refugiados.
Además, resulta indispensable un nuevo lla-
mamiento de la UE y de sus Estados miembros
a un reparto mundial de la responsabilidad en la
cuestión de los refugiados. Para decepción de
numerosos observadores, la primera reunión
plenaria de alto nivel de la Asamblea General de
las Naciones Unidas sobre éxodo y migración,
celebrada en septiembre de 2016, no logró es-
tablecer este principio con carácter vinculante.
En lo sucesivo, los dos acuerdos mundiales (
glo-
bal compacts
) que hay que negociar antes de
2018 –el pacto mundial para los refugiados y el
pacto mundial para una migración segura, or-
denada y regular– deberían servir para reempla-
zar por procesos regulados las reacciones
ad
hoc
mostradas hasta la fecha ante los grandes
movimientos migratorios, así como para evitar
una carga desproporcionada de ciertos países
de acogida. Aparte de eso, hace ya años que se
viene discutiendo si la Convención de Ginebra
sobre el Estatuto de los Refugiados (la
Convención) –de cuya aprobación hace ya 65
años– no estará un tanto desfasada y si la legis-
lación internacional de asilo puede asimismo
contemplar aquellos motivos de huida que aún
no se encuentran contemplados en laConvención.
En la esfera política internacional todas las mira-
das se concentran en la respuesta de Europa a
la denominada crisis de los refugiados, por lo
que también está en juego la credibilidad de
Europa cuando ella misma exige el respeto a los
derechos de los refugiados en la arena interna-
cional.
En vista de los considerables movimientos
secundarios de refugiados, los órganos de deci-
sión responsables en Bruselas muestran cada
vez una mayor conciencia de la necesidad de
colaborar especialmente con aquellos países de
acogida inicial de los refugiados que, en el pa-
sado, han recibido y absorbido a la mayor parte
de las personas desplazadas. Al fin y al cabo, los
países en vías de desarrollo acogen al 86% de
los desplazados de todo el mundo, aun cuando,
a menudo, no disponen de un acceso adecuado
a la protección internacional (ACNUR, 2015).
También la prolongada permanencia en campos
de refugiados –que, por término medio, alcanza
los 18 años– y la escasez de recursos de los paí-
ses de acogida inicial constituyen factores que
empujan a los refugiados a movimientos secun-
darios, a menudo hacia Europa. Además, la UE
ha identificado socios entre los países de origen,
de tránsito y de acogida inicial en África con los
que está tratando de formalizar sus propios
“acuerdos migratorios”, “pactos” o “asociacio-
nes migratorias”. Los instrumentos de la coope-
ración al desarrollo, así como de la Política
Exterior y de Seguridad Común o de la Política
de Seguridad y Defensa Común (PESC/PSDC), se
entremezclan más que nunca con los de la polí-
tica migratoria, de asilo y refugiados en sentido
estricto, los cuales se encuadran en el ámbito de
la política interior. Ambas se proponen combatir
con mayor intensidad las causas de la migra-
ción, si bien el objetivo también consiste en con-
tener la migración irregular y poner fin al tráfico
y la trata de seres humanos.
Combatir los motivos de las migraciones se-
cundarias desde los países de acogida inicial im-
plica, en primer lugar, elevar los estándares de
asilo a lo largo de las rutas migratorias y, para