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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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cional europeo –sus únicos accionistas son los

Estados– para sortear y evitar así los obstáculos

y también prohibiciones constitucionales exis-

tentes al

bail out

soberano que establecen tra-

tados y algunos Estados en sus sistemas legales.

Con todo es el principal candidato para conver-

tirse algún día en el tesoro de la Unión –el infor-

me de los cinco presidentes lo sugiere–.

No en vano propuestas como la de reformar

del mandato del BCE para convertirlo en presta-

mista de última instancia y la transformación del

MEDE en un Tesoro Europeo o Fondo Monetario

Europeo con capacidad de emitir eurobonos

forman parte de las reivindicaciones progresis-

tas y de muchas plataformas europeístas desde

hace ya muchos años.

En definitiva, Europa necesita una política

económica común que complemente el euro y

acabe con la asimetría que ha agravado la rece-

sión por no existir un presupuesto común capaz

de poner en marcha políticas comunes que im-

pulsen la demanda y contribuyan a mejorar la

productividad vía inversión –y mucho menos un

presupuesto para la zona euro–, más y mejor

educación e I+D+i, que gestione inversiones de

gran calado a favor del crecimiento y la compe-

titividad y financie políticas anticíclicas. Es nece-

sario mutualizar la deuda pública y asumir su

garantía de manera colectiva.

El reto de la política de empleo europea

En políticas de empleo también es posible avan-

zar mucho más para completar la UEM, y no

solo generando empleo o impulsando un mayor

crecimiento. Son necesarias medidas como la

creación de un complemento europeo a los sub-

sidios de desempleo nacionales que ayude a los

países más castigados por la crisis a invertir en el

reciclaje y formación de sus parados.

Así mismo es imprescindible fortalecer el

Fondo Social Europeo (FSE) para los parados de

larga duración y los mayores de 55 años. El FSE

equivale a un 0,07 % del PIB europeo, una in-

significancia que no resiste comparación alguna

respecto a otros mecanismos de compensación.

Europa debe abordar definitivamente el pro-

blema del trabajo decente, del incremento de la

precariedad y la generalización de los “trabaja-

dores pobres” planteando la creación de un

marco europeo de salarios mínimos interprofe-

sionales decentes para que los Estados miem-

bros, considerando su nivel relativo de desarro-

llo, el coste de la vida y el salario medio de cada

Estado miembro que aseguren a todos los tra-

bajadores un salario digno y suficiente.

Hacia una verdadera unión fiscal de los

ingresos. La lucha europea contra la

elusión fiscal

La crisis del euro ha puesto al descubierto los

defectos de diseño de la UEM y uno de los más

relevantes es, justamente, la creación de una

zona monetaria sin una unión fiscal completa.

Efectivamente, los tratados no confieren a los

Estados la competencia para armonizar los im-

puestos directos. La intensificación de la movili-

dad de capitales, bienes y personas, propias de

la realización del mercado interior, contrasta

con una falta de coordinación de las políticas

fiscales, circunstancia que ha provocado des-

equilibrios importantes.

Por otro lado, los avances en la gobernanza

económica que han tenido lugar después de la

crisis del euro han enfatizado en los aspectos

relativos al control del gasto, dejando en un