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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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las sanciones económicas a ciertos sectores de

la economía rusa, en base a la información pro-

porcionada por el presidente Macron y la canci-

ller Merkel al Consejo Europeo acerca del esta-

do de aplicación de los Acuerdos de Minsk. 

Ahora bien, al mismo tiempo que la UE mues-

tra firmeza, está condenada a entenderse con su

vecino del Este. En este sentido, no parece con-

veniente demonizar a Putin, especialmente tras

su contundente victoria en las elecciones presi-

denciales de marzo de 2018, que podrían conso-

lidarle en el Kremlin durante la próxima década.

De momento, Berlín y París muestran firmeza,

pero se resisten a cerrar la puerta a un entendi-

miento estratégico directo entre Bruselas y

Moscú, sin subordinarse a Washington, ni a un

Londres en proceso salida de la UE. Un caso que

ilustra la delicada situación de las relaciones es la

crisis provocada por el ataque con gas nervioso a

un exespía ruso y a su hija en Salisbury (Inglaterra)

en marzo de 2018, supuestamente perpetrado

por una agencia dependiente del Kremlin. La de-

claración de condena por parte europea, impul-

sada por Francia y en menor medida por

Alemania, respaldando al Reino Unido de Theresa

May, no fue todo lo contundente ni rápida que

cabía esperar, y se dejó al criterio de cada estado

miembro la decisión de expulsar o no a diplomá-

ticos rusos. Al mismo tiempo, el debate interno

sobre esta cuestión sacó de nuevo a la superficie

la habitual diferencia de enfoque entre países del

Este, países bálticos y escandinavos –partidarios

de mano dura con Moscú– y los países medite-

rráneos: Italia, España, Grecia o Chipre. 

Nuevas alianzas comerciales: Canadá,

México, Mercosur, Japón

Una vez frustrado el TTIP, y confirmado la deriva

proteccionista de EE. UU., Consejo, Comisión y

Parlamento realizaban un rápido giro para crear

nuevas alianzas comerciales, situando como

prioridad cerrar o renovar diversos acuerdos

comerciales, apuntalando así el régimen de libre

comercio, ahora rebautizado como comercio li-

bre y justo. En este periodo esta cuestión ha

cobrado una máxima relevancia política como

uno de los pilares de la globalización, junto a las

finanzas y la transformación tecnológica. El giro

hacia la articulación de un nuevo modelo euro-

peo de comercio se ha situado en primera línea

de la acción exterior de la UE, especialmente

con los socios con los que les une valores.

El Acuerdo Económico y Comercial Global

con Canadá (CETA) fue firmado a finales de

2016, y entró provisionalmente en vigor en sep-

tiembre de 2017, a la espera de su ratificación

por los 27 parlamentos nacionales. Ahora la prin-

cipal tarea pendiente es asegurar que se ejecute

apropiadamente y de manera exigente. El

Parlamento Europeo y los parlamentos naciona-

les deberían ejercer una supervisión estricta de su

cumplimiento en términos de estándares sociales

y medioambientales, y del mecanismo de resolu-

ción de conflictos estado-inversor. Respecto a la

renovación del Acuerdo Global con México, la

parte europea se ha esforzado por mantener alto

el listón de estándares mencionados, confor-

mando así un modelo alternativo al NAFTA con

Canadá y EE. UU., y, eventualmente, tender

puentes con la nueva Administración mexicana

tras las elecciones presidenciales de julio de

2018, en un momento en que las encuestas da-

ban ventaja candidato López Obrador, populista

de izquierdas. En marzo de 2018, tras nueve

rondas negociadoras, aún quedaban aspectos

sensibles para cerrar, entre ellos los obstáculos

técnicos al comercio, las empresas propiedad

del Estado, o los subsidios, y la fecha de la firma

final estaba sujeta a incertidumbre. Con respec-

to a Mercosur, el primer socio comercial de la