EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
102
que sentaría las bases del comercio en el siglo
XXI –el TTIP– finalmente fracasado, a un escena-
rio de amenaza de guerra arancelaria, tensiones
en múltiples terrenos y asalto al sistema multila-
teral. Europa se enfrenta a un nuevo plantea-
miento de Washington según el cual la econo-
mía internacional se beneficiaría de un
crecimiento estadounidense apoyado en el pro-
teccionismo comercial y la reforma fiscal en fa-
vor de sus grandes empresas y corporaciones
financieras. A partir de aquí, la expectativa de la
UE sobre cualquier negociación comercial es,
más allá de este primer episodio, forzosamente
negativa, tras la imposición de los “halcones”
como Larry Kudlow, nuevo director del Consejo
Económico Nacional de la Casa Blanca, sobre
los globalizadores como Gary Cohn. Este giro al
nacionalismo económico tiene su correlato en el
ámbito de la seguridad con la salida del conse-
jero de Seguridad Nacional, el general McMaster,
y su reemplazo por el “halcón” John Bolton, y
en política exterior con el reemplazo de Rex
Tillerson por Mike Pompeo como nuevo secreta-
rio de Estado.
A pesar de los órdagos lanzados por la
Administración Trump, La UE parece resistirse a
entrar en una guerra comercial con EE. UU.,
pues ello podría acabar dañando gravemente la
estrecha integración de la economía transatlán-
tica en términos de inversión, filiales o empleo.
Se trate o no de una estrategia negociadora de
presión, de una amenaza que no se llega a con-
sumar, los efectos distorsionadores y deslegiti-
madores sobre el sistema multilateral son evi-
dentes, más aún si provienen de la primera
potencia mundial, y podrían crear un efecto do-
minó, o reacciones incontrolables. Por tanto, los
estados miembros europeos deben unirse para
apelar a su contraparte norteamericana para
que se establezcan canales ad hoc de negocia-
ción de comercio entre ambos. Paralelamente,
Europa tiene a su disposición la carta de “multi-
lateralizar” el asunto de la guerra comercial, no
solo en el seno de la OMC –uniéndose a otros
países afectados por los aranceles–, sino tam-
bién en un Foro de gran envergadura como es
el G20, con el fin de frenar las acciones unilate-
rales por parte de EE. UU. con la colaboración
del resto de grandes economías.
China
iliberal
pero multilateral
El verdadero punto de mira de la guerra comer-
cial de Trump no es tanto Europa sino en primer
lugar China, que es el objeto de la obsesión de
Trump por un déficit comercial de 375 billones
de dólares, y el país que se percibe más negati-
vamente en los círculos empresariales esta-
dounidenses. Las políticas de Trump han hecho
que, a principios de abril de 2018, la UE se ha-
llara bloqueada en medio de una incipiente es-
calada de guerra comercial entre las dos poten-
cias, y ha complicado los avances en la agenda
bilateral de la UE con China. Al anuncio de los
aranceles al aluminio y al acero le siguió el
anuncio desde Beijing de gravar 128 productos
estadounidenses, del aluminio a la carne de cer-
do, nueces, vino y frutas. A finales de marzo,
Washington anunciaba más medidas para gra-
var con tarifas de 60 billones de dólares produc-
tos chinos y para limitar la capacidad de inver-
sión china en tecnología estadounidense, y
anunciaba que llevaría el caso a la Organización
Mundial del Comercio (OMC), a pesar del fuerte
recelo de Trump a esta institución.
Ante la guerra cruzada de EE. UU. y China,
la posición de Europa se ha ido matizando. Hace
mucho tiempo que las autoridades europeas re-
celan también de las prácticas comerciales e in-
versoras chinas, por ejemplo, la opacidad de su
mercado de licitaciones a empresas europeas,