LOS ESTADOS Y LOS VALORES DE LA UE. EL RETO NACIONALISTA
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El estallido del independentismo catalán, si
bien tiene raíces históricas como tantos otros
conflictos intraeuropeos, es una manifestación
más de la corriente soberanista e identitaria en
Europa, que trata de salvaguardar lo propio en
un escenario globalizado. Y es también una
consecuencia de la crisis económica provocada
por la gran recesión que empuja a ciertas regio-
nes a intentar vías propias –e insolidarias– para
superarla. Dirigentes irresponsables y con ansias
de conseguir más poder hacen el resto.
Es interesante constatar que, aunque entre
los independentistas catalanes hay partidos de
izquierdas como Esquerra Republicana de
Catalunya, los escasos apoyos que el proceso de
secesión ha obtenido en Europa proceden casi
en su totalidad de partidos o personas de extre-
ma derecha, como Nigel Farage –antiguo diri-
gente del Partido por la Independencia del
Reino Unido y promotor del
brexit
–, Geert
Wilders –líder del islamófobo Partido por la
Libertad holandés–, Heinz-Christian Strache –lí-
der del ultraderechista Partido de la Libertad de
Austria–, Matteo Salvini –líder de la populista y
xenófoba Lega italiana–, o Jens Eckleben, de la
antieuropea Alternativa por Alemania. En
Bélgica cuentan con la ayuda del partido nacio-
nalista e independentista Nueva Alianza
Flamenca, donde militan personas claramente
racistas como Theo Francken, además del apoyo
incondicional del ultraderechista Interés
Flamenco. Como vemos, los apoyos al secesio-
nismo catalán son esencialmente los mismos
que al
brexit
, o a los Gobiernos autocráticos de
Varsovia, Budapest y otros del mismo tipo. Y es
que en definitiva hay muchas cosas en común
entre todos aquellos que empujan en dirección
contraria a la progresiva integración europea, la
supresión de fronteras y la convergencia en va-
lores e intereses entre sociedades similares. Es
decir, los que apoyan nacionalismos identitarios
excluyentes y disgregadores, sean a nivel estatal
o regional, son los mismos. Las manifestaciones
xenófobas y supremacistas del recientemente
elegido presidente de la Generalitat de Cataluña
no hacen sino confirmar la conexión entre el se-
cesionismo catalán y los movimientos ultrana-
cionalistas europeos.
La cuestión catalana es un asunto interno de
España, y así lo han manifestado todos los diri-
gentes europeos como muestra de respeto al
Gobierno de Madrid. La UE no puede lógica-
mente mediar entre un Estado miembro y una
de sus partes, a no ser que lo pidiera expresa-
mente ese Estado. Y no obstante, es también un
problema europeo. En primer lugar porque la
Constitución española forma parte del acervo
comunitario y cuando el Gobierno autónomo
catalán la vulnera, también vulnera la legalidad
europea y los Tratados. El artículo 4.2 del TUE
dice: “La Unión respetará… las funciones esen-
ciales del Estado, especialmente las que tienen
por objeto garantizar su integridad territo-
rial…”. Es decir, el Tratado respalda, hace suya,
la legalidad constitucional de los Estados miem-
bros y en este sentido la UE no puede ser jamás
neutral en una cuestión como esta, sino clara-
mente beligerante a favor de la legalidad del
Estado afectado.
Pero es que además no se trata solo de un
problema de Cataluña, sino que puede exten-
derse a otras regiones en toda la geografía de la
Unión. Jean-Claude Juncker, presidente de la
Comisión, ha subrayado que la Unión Europea
“no necesita más grietas, más fracturas”. “No
debemos interferir en ese debate hispano-espa-
ñol, pero no quisiera que mañana la Unión
Europea tenga 95 Estados miembros”. El ejem-
plo catalán podría ser seguido por muchos otros.
Flandes en Bélgica y el País Vasco en España se-
rían los primeros candidatos, a los que podrían
seguir Córcega, Galicia, la región rumana de los