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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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szekler

–de origen húngaro–, tal vez Baviera, dis-

tintas regiones de Italia… En definitiva, una pe-

sadilla para un proyecto que se basa precisamen-

te en la unidad y la supresión de las fronteras.

El caso de Córcega es significativo en un país

tan centralista como Francia. Los partidarios de

la autonomía (

Femu a Corsica

) y de la indepen-

dencia (

Corsica Libera

) consiguieron, presentán-

dose en coalición, un 57 % de los votos en las

elecciones de diciembre de 2017, con unas rei-

vindicaciones que van desde el reconocimiento

de la peculiaridad corsa en la constitución fran-

cesa hasta la cooficialidad de la lengua propia,

pasando por la autonomía fiscal, el traslado a la

isla de presos “políticos” (implicados en atenta-

dos), o el estatuto que impediría comprar pro-

piedades a los no residentes, de todas las cuales

solo la primera ha sido aceptada por Macron,

que ha subrayado “la unión indefectible de la

república”. Otras iniciativas como los referén-

dums de octubre en Lombardía y Véneto, salda-

dos con apoyos abrumadores, se refieren solo a

aumento de competencias y están muy lejos de

presentar, por ahora, problemas de integridad

del Estado como el que ha planteado Cataluña.

No obstante, las crecientes aspiraciones de

una mayor autonomía en muchas regiones euro-

peas podrían verse al menos en parte satisfechas

si gozaran de una mayor capacidad de hacer va-

ler sus intereses y expresar su voz en el seno de

la Unión, y en este sentido la UE debería plan-

tearse una revisión del Comité Europeo de las

Regiones de modo que los entes territoriales y

locales tuvieran una influencia mayor en las de-

cisiones que les afectan. Los Estados no pueden

ser ya los únicos protagonistas en un escenario

político en el que las regiones y las ciudades es-

tablecen sus propias conexiones de acuerdo con

sus intereses y necesidades, y esta nueva reali-

dad deber ser analizada y tener su reflejo en la

estructura de toma de decisión de la UE.

Los nacionalismos europeos en el contexto

internacional

El progreso de la UE hacia la unidad política, que

la convertiría en una potencia relevante y autó-

noma en el escenario geopolítico, no es visto

con agrado en ciertas potencias extraeuropeas,

como por ejemplo Rusia. Los movimientos ultra-

nacionalistas en algunos Estados miembros go-

zan de la simpatía de Moscú, en la medida que

debilitan a la UE y, en consecuencia, favorecen

su capacidad de negociar con quienes continúan

siendo sus principales socios comerciales.

Divide

et Impera

. Las simpatías de algunos de los diri-

gentes más extremistas de la UE como Viktor

Orban hacia el régimen de Putin son bien cono-

cidas, aunque no es el caso de Polonia por razo-

nes históricas. Parece probado que en temas

como el referéndum del

brexit

, en diversas elec-

ciones en Estados miembros de la UE, e incluso

en temas internos como el de Cataluña, ciertos

grupos u organizaciones de

hackers

rusos como

el Grupo Sofacy o Fancy Bear, que tendrían rela-

ciones más o menos directas con servicios de

inteligencia rusos como la Dirección Principal de

Inteligencia (GRU), además de haber lanzado ci-

berataques directos, habrían promovido campa-

ñas de desinformación a través de las redes so-

ciales, difundiendo noticias falsas, siempre a

favor de los movimientos disgregadores.

No son los únicos. Organizaciones opacas

como la británico-americana Cambridge Analytica,

fundada por el multimillonario estadounidense

Robert Mercer y el ultraderechista Steve Bannon

–director de la campaña electoral de Donald

Trump– han participado, con métodos proba-

blemente ilegales, en la campaña para el refe-

réndum del

brexit,

y en algunas elecciones eu-

ropeas, por ejemplo en la República Checa.

Medios de la ultraderecha estadounidense como

Breitbart o Infowars también han intervenido en