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LOS ESTADOS Y LOS VALORES DE LA UE. EL RETO NACIONALISTA

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el conflicto catalán difundiendo informaciones

falsas favorables al independentismo. La crea-

ción y desarrollo de una UE fuerte, cohesionada

e independiente tampoco se ve con entusiasmo

en los sectores más conservadores de

Washington. Una buena muestra es el apoyo

que estos sectores –incluido Trump– prestaron

al

brexit

, que evidentemente debilita a Europa,

llegando a animar a otros países a seguir el mis-

mo camino. El propio Bannon ha realizado en

marzo una gira por Europa para apoyar a los

partidos ultranacionalistas, incluida una partici-

pación estelar en el congreso de refundación del

Frente Nacional francés.

Por su parte, China, continuando con su po-

lítica más sutil de penetración económica silen-

ciosa, que comenzó con la compra del puerto

griego de El Pireo, ha puesto en marcha el gru-

po 16+1, con la finalidad de “fomentar la coo-

peración económica y comercial”, en el que el 1

es la propia China y los 16 son todos los países

del este de Europa, tanto los bálticos, como el

V4, y los Balcanes, orientales y occidentales, es

decir incluyendo 11 Estados miembros de la UE,

cuya posición puede ser decisiva en los Consejos

Europeos que traten temas sobre China, a cam-

bio de inversiones en infraestructuras que son

muy bienvenidas en esos países.

Democracia, supranacionalidad y

soberanía

Es bien conocido el llamado trilema de Rodrik,

por la tesis del profesor de economía de

Harvard Dani Rodrik, que en su obra

La parado�

ja de la globalización

, plantea la imposibilidad

de alcanzar simultánea y plenamente los tres

objetivos de globalización económica, democra-

cia política y soberanía nacional, ya que la con-

secución de dos cualesquiera de ellos comporta

ineludiblemente el debilitamiento del tercero.

Aplicada a la UE de un modo puramente teóri-

co, esta aproximación nos conduciría a una de

estas tres opciones: construir una unión política

y plenamente democrática, sacrificando,

al menos en parte, la soberanía nacional; o ir a

una integración fuerte manteniendo la sobe-

ranía nacional, pero sacrificando parte de la

democracia en favor de instituciones intergu-

bernamentales; o conservar plenamente la so-

beranía nacional y la democracia interna, pero

manteniendo la integración en un perfil bajo.

Podríamos concluir que la primera de estas op-

ciones es la preferida de los europeístas, la se-

gunda es la que se parece más al estado actual

de la cuestión, y la tercera era la que tradicional-

mente ha defendido el Reino Unido y ahora es

la preferida de algunos países del este, como los

del V4.

Las tres son opciones políticas válidas, que

pueden y deben ser debatidas y recibirán más o

menos apoyo según su capacidad de resolver

los problemas de los ciudadanos. Si las institu-

ciones de la UE hubieran respondido adecuada-

mente a la crisis provocada por la gran recesión,

no asistiríamos hoy al crecimiento del euroes-

cepticismo y a las tendencias renacionalizadoras

en muchos Estados miembros, que debilitan el

proyecto de construcción europea.

Lo que es claramente inaceptable es el em-

pleo de la demagogia, de noticias falsas, la ma-

nipulación descarada, el uso de las emociones

más básicas de la población –incluido el miedo–

para despertar la xenofobia, cuando no el racis-

mo más crudo, la hostilidad hacia los otros, que

se presentan como el enemigo o la fuente de

todos los males, para conseguir objetivos políti-

cos. Esto está sucediendo ahora en Europa, y

como en los años treinta del siglo pasado, si se

deja crecer a la bestia esta se puede volver de-

masiado peligrosa.