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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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Ronda de Doha de la OMC celebrada en Bali en

diciembre de 2013, los asuntos relativos a la

gobernanza mundial también importan. Sin em-

bargo, ambos socios parecen estar atrapados

entre dos imperativos políticos opuestos: ocu-

parse de asuntos geopolíticos y trabajar de for-

ma responsable por una buena gobernanza

global. En vista de todo lo anterior, parece razo-

nable concluir que la ralentización económica

de los BRICS no es una buena noticia para

EE. UU., la Unión Europea o las negociaciones

TTIP en curso.

EE. UU. y la UE: factores internos

Además de las dinámicas del mercado emer-

gente y la geopolítica, las políticas internas tam-

bién jugarán un papel decisivo en las negocia-

ciones sobre el TTIP que tendrán lugar en 2015

y 2016.

En

EE. UU.

, los partidarios del TTIP deben

superar una resistencia nacional considerable,

aunque aún no está claro si constituirá un tema

relevante durante la campaña presidencial de

2016. Los congresistas estadounidenses de am-

bos bandos han expresado en repetidas ocasio-

nes su oposición a la “vía rápida” para acuerdos

de comercio internacional como el TTIP y el TTP

(sin la cual resulta muy difícil negociar acuerdos

importantes). Dado que muchos votantes esta-

dounidenses de izquierdas creen que los acuer-

dos de libre comercio ponen en peligro la pro-

tección medioambiental, los derechos laborales

e importantes normas de seguridad, los repre-

sentantes demócratas tienden a evitar cualquier

compromiso político que pueda hacerles perder

apoyo electoral. Por su parte, y a pesar de mos-

trarse partidarios del libre comercio desde una

perspectiva teórica, los republicanos podrían ser

reacios a dar su apoyo a un acuerdo que otorgue

una victoria política al presidente Obama. Asi-

mismo, la renovación de la Autoridad para la

Promoción del Comercio (Trade Promotion

Authority, TPA) que pedía el Presidente Obama

en el sexto Discurso del Estado de la Unión el 20

de enero de 2015, no fue una propuesta bien

recibida. Demócratas como Harry Reid (el líder

mayoritario del Senado en aquel momento) te-

mían que apoyar la vía rápida perjudicaría al

partido en las elecciones de mitad de mandato

de noviembre de 2014.

Puesto que los Republicanos controlan de

nuevo el Senado, las perspectivas de que se al-

cance un acuerdo entre el presidente y el Con-

greso acerca de la TPA no han mejorado, a pesar

de las pretensiones republicanas de apoyar el

libre comercio. Entre las opciones para salir del

punto muerto actual se baraja la posibilidad

de “sortear” el sistema de vía rápida de la Ley de

Comercio de 1974 (Trade Act of 1974) median-

te la creación de TPA específicos que abarquen

ciertos países y cuestiones específicas como el

medioambiente, los derechos laborales, o la sa-

lud, y dando un papel más importante a los con-

gresistas implicados directamente en las nego-

ciaciones. No obstante, dado que la amenaza

de una recesión grave se cierne sobre los aliados

europeos de EE. UU., las implicaciones en mate-

ria política y de seguridad del acuerdo TTIP po-

drían impulsar un apoyo bipartidista al acuerdo

desde EE. UU.

En cambio, en la

Unión Europea

no es de

esperar que, a corto plazo, una urgencia geopo-

lítica empuje a firmar un acuerdo final. A dife-

rencia de EE. UU., Rusia y China, la UE no ha

querido asumir un papel de actor geopolítico.

Europa carece de una

gran estrategia

de domi-

nio y continúa manteniendo una perspectiva

postmoderna del orden mundial, una actitud

que permanecerá aún más arraigada mientras la

eurozona se esfuerce por recuperarse y la brecha