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LA ASOCIACIÓN TRANSATLÁNTICA PARA EL COMERCIO Y LA INVERSIÓN (TTIP): CÓMO LOGRAR UN BUEN ACUERDO PARA EUROPA

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entre el norte y el sur de Europa no se cierre.

Parece que será más difícil alcanzar el consenso

sobre la conveniencia de un acuerdo transatlán-

tico en Europa, donde el posicionamiento geopo-

lítico no tiene la importancia que se le da en los

debates de ratificación del Congreso de EE. UU.

La resistencia europea ante un pacto de libe-

ralización del comercio se puede atribuir princi-

palmente a los efectos de las bajas tasas de cre-

cimiento, la elevada tasa de paro (especialmente

en los Estados de la periferia sur del continente),

el aumento del sentimiento proteccionista, el

malestar social y el clima general de desconten-

to político. A pesar de los esfuerzos políticos por

“vender” el acuerdo como un mecanismo para

estimular el crecimiento y restaurar la economía

europea, el hecho de que la opinión pública atri-

buya los daños colaterales de la Gran Recesión

Americana en gran medida a la integración eco-

nómica y financiera transatlántica supone un

freno a la hora de plantear un enfoque “liberal”.

Convergencia y divergencia en 2015-16

Las negociaciones en curso están poniendo de

manifiesto las barreras políticas, sociales y econó-

micas entre los socios transatlánticos. La octava

ronda de negociación celebrada en Bruselas del

2 al 6 de febrero de 2015 bajo el auspicio de la

comisaria de Comercio de la EU Cecilia Malm-

ström y el representante de Comercio de EE.UU.

Michael Froman, no despejó todas las dudas

acerca de la viabilidad de un acuerdo. Ello ocurre

en un momento en el que el Plan Juncker de

315.000 millones suscita escepticismo en Europa

(especialmente en los países del sur y Francia) res-

pecto a la tan anunciada “recuperación” econó-

mica y a los beneficios reales de un acuerdo co-

mercial con EE. UU., que podría acarrear elevados

costes sociales. Disponemos de estimaciones del

número de empleos que se crearían como resul-

tado el TTIP, pero no de cuántos se destruirán.

Aunque los negociadores han avanzado en

asuntos como las barreras técnicas al comercio,

las empresas estatales, las aduanas, el fomento

del comercio, o los servicios de telecomunica-

ciones, todavía tienen que hacer frente a cues-

tiones que los europeos consideran críticas,

como son los derechos laborales, la seguridad

del consumidor y la protección medioambiental.

En todo ello, como suele decirse, el diablo está

en los detalles.

Por tanto, no es ninguna sorpresa que las

cuestiones más delicadas tengan una enorme

carga política. La primera de ellas en la inclusión

de un mecanismo de arbitraje de diferencias en-

tre el inversor y el Estado (ISDS), por el cual los

inversores extranjeros podrían llevar ante un tri-

bunal de arbitraje casos contra los gobiernos de

países en los que han invertido si consideran

que se ha atentado contra sus intereses finan-

cieros. Otro punto crucial es la regulación del

sector financiero (en especial la que afecta a los

derivados que actualmente no están regulados

y a instrumentos similares), dado que los merca-

dos de la UE y EE. UU. están estrechamente in-

tegrados. Existe una corriente de opinión en

Europa, bastante justificada, de que no merece

la pena firmar un acuerdo como el TTIP si este

no proteja la integridad financiera de Europa

ante futuras crisis parecidas a la de las hipotecas

subprime

en 2008. Finalmente, además del tira

y afloja de las negociaciones sobre la inclusión

de un instrumento ISDS o los sectores agrícola,

audiovisual y financiero, también se debería te-

ner muy en cuenta la coyuntura económica que

atraviesa Europa. La Comisión de Comercio In-

ternacional del Parlamento Europeo (INTA) tenía

previsto presentar una resolución sobre el TTIP

en la sesión plenaria de mayo de 2015; para

entonces, un deterioro grave de las condiciones