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CAPÍTULO 6.

TRASTORNO DE ALIMENTACIÓN NO ORGÁNICO

y no a las propias angustias. Si ante esta interacción ocurre algún

accidente (como caídas, rotura de material médico, etc.) es importante

evitar reprimendas excesivas, ya que en muchas ocasiones el susto o

el miedo que el niño experimenta es suficiente castigo. Estos casos son

excelentes oportunidades para que los padres razonen los límites con el

niño y le expliquen qué cosas tienen especial peligro para su enfermedad,

favoreciendo así la autorresponsabilización y la autonomía del niño.

En ocasiones puede que el niño adopte actitudes que sabe

perfectamente que son peligrosas (por ejemplo, no tomarse la

medicación).

La razón es que posiblemente perciba demasiadas

limitaciones en su vida, algunas a consecuencia de su enfermedad,

otras a consecuencia del entorno. Este exceso de limitaciones termina

generando frustración en el niño, lo que se traduce en rabia y se expresa

en forma de rebeldía con actitudes que transgredan lo correcto y

pongan a prueba las propias resistencias y las del entorno (por ejemplo,

arrancarse una vía en signo de rebeldía por haber tenido que ingresar

en el hospital). Para evitar estas situaciones, es importante que los

padres favorezcan la escucha de las necesidades del niño, intentando

flexibilizar límites excesivos, y por supuesto que transmitan con total

rotundidad la prohibición de comportamientos que comprometan la vida

del niño en el futuro.

La educación de un niño con enfermedad debe basarse en los mismos

principios que la de un niño sano.

Por lo tanto, es bueno que desde

pequeños adquieran responsabilidades ajustadas a su edad. Entre estas

responsabilidades es importante incluir la enfermedad y los cuidados,

ya que ambos van a acompañarle en su día a día. Sin embargo, muchas

veces existe en los padres la inercia de intentar proteger a los niños

manteniéndoles al margen de todo lo que tenga que ver con su trastorno.

Esto supone un error. En función de las capacidades del niño, el hecho de

asumir ciertas tareas relacionadas con su enfermedad (por ejemplo, ser

el encargado de sacar sus pastillas) va a permitir que, por una parte, se

sientan incluidos dentro de su realidad y, por otra, perciban la confianza

que sus padres depositan en ellos mejorando así la confianza en sí mismos.

Para poder cuidar, hay que cuidarse.

Ante la enfermedad de un hijo

los padres se reorganizan y adaptan sus vidas a la nueva situación,

relegando a un segundo plano algunos aspectos importantes como,

por ejemplo, el trabajo o las actividades de ocio. En ocasiones esta

reorganización se puede llevar al extremo, convirtiendo el cuidado del

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