LA DESIGUALDAD EN EUROPA A INICIOS DE SIGLO XXI
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solo podemos hablar de pobreza (tal vez con la
excepción de Estonia). En países como Bulgaria,
Rumanía y Letonia, por si fuera poco, esta po-
breza está enquistada en una estructura de dis-
tribución muy polarizada. A este respecto, Li-
tuania y Estonia guardan mayor similitud con
Italia, Portugal y el Reino Unido.
Tendencias de polarización social
y sus causas
La polarización que desvelan las estadísticas en
gran parte de Europa se compone de dos ten-
dencias fundamentales: los más ricos se vuelven
más ricos, mientras que los ingresos de los más
pobres se desvinculan del crecimiento económi-
co. No queremos ahondar más en la dinámica
de la acumulación de capital que se produce en
la cima de la escala de ingresos, y nos confor-
maremos con referirnos al ineludible Thomas
Piketty y el correspondiente debate. Nos intere-
sa más que nada analizar lo está ocurriendo en
los niveles de renta más bajos. He aquí algunas
tesis: el hecho de que la proporción de indivi-
duos cuyos ingresos se sitúan muy por debajo
del estándar nacional (más exactamente, de la
renta mediana) debe atribuirse en primer lugar
a la escasez de trabajos remunerados con un
salario “decente”. Muchos de los que depen-
den de su trabajo para sobrevivir o bien no lo
encuentran, o bien únicamente encuentran em-
pleos mal remunerados. Hace cuarenta años, el
porcentaje de ambas categorías (desempleados
y perceptores de salarios precarios) en la fuerza
de trabajo era notablemente menor en los paí-
ses ricos de Europa.
Otra causa subyacente es el retroceso de la
solidaridad familiar que se vive en muchos países.
Esto significa que, en Europa, los individuos go-
zan de una menor participación en los ingresos
que perciben otros, en particular cónyuges,
pero también padres o hijos adultos. Viven solos
en viviendas cuyos gastos deben asumir por su
cuenta. Cada vez más madres, y también pa-
dres, sacan adelante a sus hijos sin la ayuda de
una pareja. Esta circunstancia reduce sus opor-
tunidades salariales en el mercado de trabajo y
eleva a su vez sus gastos irrebatibles.
Por último, cabe mencionar el factor de pre-
paración para el mercado laboral. En gran me-
dida, siempre ha dependido de la formación
profesional. Aunque hoy en día el acceso formal
al sistema educativo, al menos al oeste del con-
tinente, no es tan exclusivo como el pasado, el
incremento de los movimientos migratorios
plantea obstáculos lingüísticos y culturales cada
vez más importantes. Los emigrantes represen-
tan actualmente una parte significativa de la
población de prácticamente cualquier país y
muchos de ellos se encuentran en clara desven-
taja a la hora de adquirir las cualificaciones ne-
cesarias para el mercado de trabajo. Hasta cier-
to punto esta situación se refuerza y afianza a
través de la formación de subculturas en deter-
minados barrios. En los antiguos países socialis-
tas, cuya inmigración apenas es representativa,
los que una vez fueron sistemas educativos
igualitarios tienden hacia una cierta polariza-
ción: las escuelas privadas para los ricos, escue-
las públicas no tan buenas para el resto.
El Estado de bienestar también es responsa-
ble, en parte, de la tendencia hacia la polariza-
ción social. Los grados y formas que han contri-
buido a mitigar visiblemente la polarización
varían según el país. No obstante, ni su estruc-
tura ni sus recursos fueron concebidos para
compensar una reducción drástica o incluso la
total desaparición de los salarios. La parte del
Estado de bienestar que debe garantizar el nivel
de vida anterior (sistema de pensiones) al final
de la vida laboral alimenta cada vez más la