LA DESIGUALDAD EN EUROPA A INICIOS DE SIGLO XXI
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genera una tendencia de precios bajos que be-
neficiará a los consumidores de dichos bienes y
servicios. Aquellos que logran salvaguardar sus
ingresos se aprovechan de la caída de los sala-
rios que acecha en el sector desprotegido. En
cambio, los productos del sector protegido, por
ejemplo, los servicios médicos, continúan sien-
do caros, o incluso incrementan su precio. Los
que se ven afectados por la caída de sus salarios
pueden permitirse cada vez menos este tipo de
servicios. Lo que es más: han surgido una serie
de estructuras económicas que se corresponden
a este diferencial salarial, con sectores de pro-
ducción o de servicio en los que unos salarios
significativamente elevados ya no serían compe-
titivos, ya sea porque se ven reemplazados por
las importaciones, o porque ya no tienen de-
manda (por ejemplo, servicios privados de lim-
pieza). Una vez establecidas, resulta difícil rever-
tir estas estructuras; ya que los aumentos
salariales por ley o negociados amenazan con
engrosar ese “ejército de reserva” de mano de
obra excedente que supuso el origen de la po-
larización de las últimas décadas. La explotación
implícita de quienes perciben salarios bajos por
parte del resto de la sociedad se ha afianzado
porque había suficientes individuos susceptibles
de ser explotados, es decir, abundante mano de
obra sin otra alternativa. Mientras no se agote
esta reserva, la segmentación perdurará de un
modo u otro. A continuación discutiremos cómo
hacer que toque a su fin.
El sistema educativo como parte
del síndrome de polarización
El mercado laboral segmentado (realmente no
solo en dos partes, sino formando estructuras
complejas que varían de un país a otro) se conec-
ta con otros mecanismos sociales que intervienen
en el reparto de oportunidades. El acceso de un
individuo a un segmento del mercado laboral o
a otro depende en gran medida de la cualifica-
ción obtenida en el sistema educativo formal.
Sin embargo, el propio acceso a las oportunida-
des de formación está segmentado, y no se or-
dena en absoluto basándose exclusivamente en
las cualidades de los jóvenes –es posible que ese
ni siquiera sea el principal criterio–. En general
ocurre (en Dinamarca con menor frecuencia, en
Reino Unido más a menudo) que los niños de
hogares pertenecientes a los estratos inferiores
de la sociedad tienen menos oportunidades que
otros niños de llegar a obtener las cualificacio-
nes necesarias para acceder al segmento prote-
gido del mercado laboral. Aquí cabe tener en
cuenta consideraciones como el escaso valor
que a menudo se otorga a la formación en los
hogares de estratos sociales inferiores, entre los
que se cuentan muchos inmigrantes; esto tiene
un impacto sobre la estimulación intelectual
temprana de los niños y también se percibe en
la determinación de los padres por asegurar el
éxito de sus hijos, con la consiguiente repercu-
sión en la trayectoria escolar de sus hijos. Otros
factores más banales también son determinan-
tes, como el hecho de tener dinero para pagar
una buena educación. En consecuencia, el per-
tenecer a los sectores inferiores del mercado
laboral, asediados por unos escasos ingresos y
unas malas condiciones de trabajo, tiende a he-
redarse de una generación a la siguiente. Del
mismo modo, las posiciones más privilegiadas
de la vida laboral quedan en gran parte reserva-
das para los hijos e hijas de las familias mejor
situadas, sin excluirse categóricamente la posi-
bilidad de un ascenso o un descenso social.
En épocas de fuerte incremento en la de-
manda de trabajadores cualificados, la puerta
hacia el ascenso social permanecía naturalmen-
te abierta de par en par. Pero incluso en esas