LA DESIGUALDAD EN EUROPA A INICIOS DE SIGLO XXI
29
para amortiguar las consecuencias que implica
la polarización del mercado laboral. Hoy en día,
y no solo en la Europa mediterránea, muchos
jóvenes adultos se quedan en casa de sus pa-
dres (“hotel mamá”) por mucho más tiempo del
que correspondería al paradigma que dicta su
currículo.
Llegados a este punto, es necesaria una re-
flexión adicional sobre los modelos familiares.
En las fases del desarrollo industrial asociado
con el inmenso incremento del número de tra-
bajos “cualificados”, el matrimonio representa-
ba un canal de ascenso social para muchas mu-
jeres (el estereotipo del médico que se casa con
una enfermera). Esto propiciaba una cierta mez-
cla de clases sociales. De la mano de la creciente
emancipación laboral de las mujeres, este meca-
nismo de apertura ha pasado a un segundo pla-
no. En la actualidad, los estratos sociales son
menos permeables (los médicos se casan con
otros médicos), lo que a su vez puede verse
como un signo de polarización.
El Estado de bienestar: útil pero
desbordado
Si no contásemos con las disposiciones previstas
dentro del marco del Estado de bienestar, la po-
larización social en Europa sería considerable-
mente más aguda; habría muchos más indivi-
duos viviendo en la pobreza o incluso en la
miseria; la esperanza de vida se reduciría osten-
siblemente; y los hijos de padres pobres apenas
tendrían oportunidad alguna de ascenso social.
El Estado de bienestar corrige los efectos del
mercado laboral principalmente de dos formas.
– Aquellos que ganan menos de lo necesario
para alcanzar un nivel de vida mínimo obtie-
nen ingresos complementarios financiados
por los que pagan impuestos. Para una parte
de la población, estas transferencias públicas
representan su única fuente de ingresos. Su
importe es diferente en cada país (y depende
de los niveles de vida) y el derecho a percibir-
las también está vinculado a diferentes con-
diciones. En muchos países están condicio-
nadas a la disposición del receptor a aceptar
una oferta de trabajo, aunque su salario se
encuentre sustancialmente por debajo de las
propias expectativas (
workfare
).
– El Estado de bienestar pone a disposición de
los ciudadanos determinados servicios o in-
fraestructuras de forma gratuita o a precios
muy subvencionados. Esto beneficia funda-
mentalmente a los ciudadanos con ingresos
reducidos, cuya aportación a la financiación
de estos servicios es proporcionalmente me-
nor, así como a los que utilizan de forma
desproporcionada estos servicios. De forma
generalizada, las prestaciones más impor-
tantes son 1) las oportunidades públicas de
formación, que, en principio, permiten que
todo el mundo tenga acceso a buenas cuali-
ficaciones para el mercado laboral, y 2) el
sistema sanitario público, que (también en
principio) garantiza de forma universal la
cura en caso de enfermedad, los cuidados
paliativos y la prevención, independiente-
mente del poder adquisitivo del individuo.
El sistema de pensiones, que prácticamente
en todas partes representa la vertiente más cos-
tosa del Estado de bienestar, ejerce un efecto
mucho menos amortiguador de la polarización
social. Garantiza un ingreso al final de la vida
laboral, la prestación obtenida calculada por lo
general según las aportaciones al sistema reali-
zadas por el perceptor a lo largo de su vida pro-
fesional. A menudo las fórmulas de cálculo son
bastante complejas y han ido variando una y
otra vez de acuerdo con la situación financiera
de la caja de pensiones. Dado que en la mayoría