EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
26
polarización social, ya que un salario bajo se tra-
duce en una pensión mínima. La parte dedicada
a evitar la caída de los ingresos por debajo de un
determinado umbral (
welfare
, según lo denomi-
nan los americanos) ha aumentado ostensible-
mente en varios de los países ricos, dado que los
salarios ya no protegen de la pobreza. En este
sentido, la creciente polarización social ha signi-
ficado un aumento de los medios dedicados al
Estado de bienestar. Pero también ha sometido
al Estado de bienestar a una creciente presión
financiera que se debe no solo a las mayores
exigencias, sino también al descenso de las co-
tizaciones. A esto hay que añadirle la presión
financiera derivada del envejecimiento de la so-
ciedad y la voluntad de adelgazamiento del Es-
tado, enraizada en el discurso neoliberal.
La dinámica del mercado de trabajo
Una gran parte de la población europea en
edad de trabajar hace tiempo que no tiene la
oportunidad de conseguir un trabajo que le per-
mita financiar el nivel de vida que corresponde-
ría a las posibilidades productivas de la econo-
mía de su país de residencia, o expresado en
forma de categoría estadística, que no se sitúe
demasiado por debajo de la media nacional. Esa
parte de la población carece de trabajo o cuenta
con un salario anual medio tan bajo que no le
permite alcanzar un nivel de consumo acorde
con la capacidad económica nacional. A menu-
do a esto se añaden unas condiciones laborales
y contractuales que los dejan sin la posibilidad
de planificar su vida a largo plazo, ni de estable-
cer estructuras relacionales privadas.
La principal razón de todo esto debemos
buscarla en el escaso precio del factor trabajo,
en particular (pero no solamente) del trabajo
poco cualificado. Por un lado, la demanda de
mano de obra no es suficiente para ocupar a
todos los que buscan trabajo a cambio de un
salario “adecuado”. Por otro, los solicitantes de
empleo aceptan trabajar por salarios muy por
debajo de lo que deberían, presionando de este
modo su precio de mercado, es decir, su salario.
Por miedo a quedarse sin trabajo aceptan ofer-
tas con pésimas condiciones económicas, fijan-
do indirectamente el baremo por el que debe-
rán orientarse otros individuos en busca de
empleo. De todos modos, la situación general
por la que atraviesa la competencia en el merca-
do laboral no explica por sí sola la polarización
social que se ha afianzado en Europa. A esto
hay que añadir la segmentación de los merca-
dos de trabajo. El exceso de oferta que presiona
los salarios caracteriza solo una parte del merca-
do laboral. En la otra existen diversos mecanis-
mos que impiden que los salarios se hundan. La
mano de obra con cualificaciones específicas
sigue siendo escasa, y su precio de mercado
continúa siendo elevado. En algunos segmentos
del mercado laboral, los trabajadores organiza-
dos pueden llegar a imponer unos salarios por
encima de la media del mercado. Esto se apoya
en el afán de los empresarios por evitar la exce-
siva fluctuación en sus plantillas y por formar
equipos bien “compenetrados” que se convier-
tan en parte del capital propio de la empresa
(“plantilla núcleo”). Así mismo, las disposicio-
nes legales protegen a una parte de los asalaria-
dos frente a una carrera desenfrenada hacia el
fondo.
La brecha salarial entre el segmento despro-
tegido del mercado laboral y el protegido, que
al menos en los países ricos de la UE ha aumen-
tado en las pasadas décadas, representa en sí
misma un escenario de polarización. La polari-
zación también se agudiza y afianza a través del
efecto precio que ejerce sobre los mercados de
bienes y servicios. La bajada de los costes laborales