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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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polarización social, ya que un salario bajo se tra-

duce en una pensión mínima. La parte dedicada

a evitar la caída de los ingresos por debajo de un

determinado umbral (

welfare

, según lo denomi-

nan los americanos) ha aumentado ostensible-

mente en varios de los países ricos, dado que los

salarios ya no protegen de la pobreza. En este

sentido, la creciente polarización social ha signi-

ficado un aumento de los medios dedicados al

Estado de bienestar. Pero también ha sometido

al Estado de bienestar a una creciente presión

financiera que se debe no solo a las mayores

exigencias, sino también al descenso de las co-

tizaciones. A esto hay que añadirle la presión

financiera derivada del envejecimiento de la so-

ciedad y la voluntad de adelgazamiento del Es-

tado, enraizada en el discurso neoliberal.

La dinámica del mercado de trabajo

Una gran parte de la población europea en

edad de trabajar hace tiempo que no tiene la

oportunidad de conseguir un trabajo que le per-

mita financiar el nivel de vida que corresponde-

ría a las posibilidades productivas de la econo-

mía de su país de residencia, o expresado en

forma de categoría estadística, que no se sitúe

demasiado por debajo de la media nacional. Esa

parte de la población carece de trabajo o cuenta

con un salario anual medio tan bajo que no le

permite alcanzar un nivel de consumo acorde

con la capacidad económica nacional. A menu-

do a esto se añaden unas condiciones laborales

y contractuales que los dejan sin la posibilidad

de planificar su vida a largo plazo, ni de estable-

cer estructuras relacionales privadas.

La principal razón de todo esto debemos

buscarla en el escaso precio del factor trabajo,

en particular (pero no solamente) del trabajo

poco cualificado. Por un lado, la demanda de

mano de obra no es suficiente para ocupar a

todos los que buscan trabajo a cambio de un

salario “adecuado”. Por otro, los solicitantes de

empleo aceptan trabajar por salarios muy por

debajo de lo que deberían, presionando de este

modo su precio de mercado, es decir, su salario.

Por miedo a quedarse sin trabajo aceptan ofer-

tas con pésimas condiciones económicas, fijan-

do indirectamente el baremo por el que debe-

rán orientarse otros individuos en busca de

empleo. De todos modos, la situación general

por la que atraviesa la competencia en el merca-

do laboral no explica por sí sola la polarización

social que se ha afianzado en Europa. A esto

hay que añadir la segmentación de los merca-

dos de trabajo. El exceso de oferta que presiona

los salarios caracteriza solo una parte del merca-

do laboral. En la otra existen diversos mecanis-

mos que impiden que los salarios se hundan. La

mano de obra con cualificaciones específicas

sigue siendo escasa, y su precio de mercado

continúa siendo elevado. En algunos segmentos

del mercado laboral, los trabajadores organiza-

dos pueden llegar a imponer unos salarios por

encima de la media del mercado. Esto se apoya

en el afán de los empresarios por evitar la exce-

siva fluctuación en sus plantillas y por formar

equipos bien “compenetrados” que se convier-

tan en parte del capital propio de la empresa

(“plantilla núcleo”). Así mismo, las disposicio-

nes legales protegen a una parte de los asalaria-

dos frente a una carrera desenfrenada hacia el

fondo.

La brecha salarial entre el segmento despro-

tegido del mercado laboral y el protegido, que

al menos en los países ricos de la UE ha aumen-

tado en las pasadas décadas, representa en sí

misma un escenario de polarización. La polari-

zación también se agudiza y afianza a través del

efecto precio que ejerce sobre los mercados de

bienes y servicios. La bajada de los costes laborales