LA DESIGUALDAD EN EUROPA A INICIOS DE SIGLO XXI
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elevados amenaza con colapsar, pudiendo sur-
gir un segmento de salarios bajos. De este
modo, ya no es tan fácil impedir la dinámica de
polarización social, porque, como hemos podi-
do ver, genera de forma inmediata una estruc-
tura económica específica. Esto se notó de for-
ma especialmente dramática en Alemania, que
finalmente optó por una huida hacia delante
basada en el establecimiento de un segmento
de bajos salarios (y la aceptación de la polariza-
ción social) con el beneplácito político. Sin en-
trar en una discusión profunda de la vía alema-
na, se constata que ese país, al contrario que los
países escandinavos, pero también que Países
Bajos, Austria y Suiza, no ha sido capaz de rein-
tegrar en la economía de salarios altos la crecien-
te tasa de desempleo derivada de la desacelera-
ción del crecimiento económico experimentada
desde los años del “milagro económico”, así
como del cambio estructural que llevaba asocia-
do, con una remodelación sectorial. Si bien las
empresas alemanas mostraban una capacidad
de adaptación bastante alta, el mercado laboral
mostraba una rigidez estructural considerable.
La posición de los sindicatos, más centrada en la
protección de los derechos adquiridos y una
fuerte orientación hacia los sectores económi-
cos que una vez constituyeron la base de su po-
der, puede haber contribuido a fomentar esta
situación. El hecho de que en definitiva fuese
un gobierno de corte socialdemócrata el que
puso la solución del problema en manos de las
leyes del mercado y optase por adoptar la vía
de la desregulación es un detalle significativo
de la falta de salida que se apreciaba en esos
tiempos.
A diferencia de Alemania, los países escandi-
navos, Países Bajos y Austria han optado hasta
la fecha por una estrategia
high road
, conser-
vando o introduciendo la mayor cantidad posi-
ble de mano de obra en los segmentos de salario
elevado de la economía. A día de hoy, esto solo
ha sido posible (a medias, por desgracia) gracias
a la mencionada interacción entre 1) unos sindi-
catos que rechazan los bajos salarios y las con-
diciones de trabajo precarias desde una posición
de fuerza organizada; 2) una política que pone
las condiciones para que el mercado laboral
cuente con la mayor cantidad posible de mano
de obra a su disposición (cualificación, movili-
dad geográfica y sectorial), y 3) una política más
bien compleja que propicia que la economía y el
sector económico nacional mantenga el mayor
nivel de competitividad posible en aquellos mer-
cados en los que se obtienen mejores salarios.
Hasta la fecha, solo Países Bajos ha implemen-
tado a gran escala el elemento de reducción de
la oferta mano de obra con su amplio esquema
de tiempo parcial.
El futuro de la sociedad del trabajo social-
mente integrada no está asegurado en ninguno
de los países que hasta la fecha han sido capa-
ces de mantener a raya la polarización social. El
reto del desempleo creciente que amenaza con
tambalear el cartel de oferta sindical persiste y
viene de la mano de las tendencias de estanca-
miento de la economía mundial y de la perspec-
tiva de los futuros incrementos masivos de la
productividad que traen consigo los avances en
el tratamiento automático de la información y
también en la tecnología sensorial. Esto provie-
ne del hecho que los diferentes modos de regu-
lar la economía compiten entre sí y que la com-
petitividad siempre tiene prioridad cuando de lo
que se trata es de dar respuesta a cuestiones de
orden económico. Así mismo, también surge de
la disposición ideológica el capitular ante las exi-
gencias del mercado en lugar de imponer una
voluntad política. Y, finalmente, del interés la
clase rentista (no necesariamente de los empre-
sarios) porque persista esta predisposición ideo-
lógica. En otras palabras, la batalla por una