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LA CRISIS DE UCRANIA Y LAS RELACIONES DE LA UNIÓN EUROPEA CON LA FEDERACIÓN DE RUSIA

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por la OSCE, la elaboración de una ley sobre el

estatuto especial en “algunas zonas” de las re-

giones de Donetsk y Lugansk, donde se debe-

rían realizar elecciones locales de acuerdo con la

legislación ucrania, la monitorización perma-

nente de la frontera ruso-ucraniana por la

OSCE, una amnistía limitada para los rebeldes, y

la liberación de prisioneros. El 19 de septiembre

se firmó un Memorando complementario en el

que se acordaba una zona desmilitarizada de 30

kilómetros entre las partes, la prohibición de

vuelos de aviones de combate y la retirada de

extranjeros de la zona en conflicto.

A pesar de la firma de los acuerdos, los en-

frentamientos armados continuaron sobre el

terreno, empezando por la batalla del aeropuer-

to de Donetsk en manos de las fuerzas de Kiev.

El 2 de noviembre tuvieron lugar en la RPD y la

RPL elecciones para jefes de Gobierno y

Parlamentos, que Ucrania considera ilegales

y contrarias al Protocolo de Minsk. Los prorrusos

continuaron su ofensiva buscando recuperar

parte del territorio que habían perdido en julio,

y el desastre humanitario se acrecentó con la

llegada del invierno y la decisión de Kiev de sus-

pender en noviembre el pago de pensiones y

prestaciones sociales en la zona controlada por

los rebeldes. El 24 de diciembre se reanudan las

conversaciones en Minsk para intentar afianzar

el cumplimiento de los acuerdos, pero se sus-

penden el 27 sin más resultados que el inter-

cambio de tres centenares de prisioneros.

Entre las fuerzas leales a Kiev hay batallones

de voluntarios de la Guardia Nacional, en los

que se han integrado milicias parafascistas del

Pravi Sektor, que no respetan la disciplina del

Ejército regular, a los que se ha acusado de im-

pedir la llegada de ayuda humanitaria a la zona

en conflicto, y de bombardear reiteradamente

las ciudades rebeldes causando bajas en la po-

blación civil. Por su parte, Kiev ha reiterado las

acusaciones de entrada desde Rusia de arma-

mento pesado y combatientes, que según las

fuentes podrían oscilar entre 3.000 y 9.000,

ante la inoperancia de la OSCE para vigilar la

frontera. Lo cierto es que ninguna de las dos

partes ha respetado los acuerdos de Minsk y

ambas se acusan mutuamente de haberlos vio-

lado.

En la segunda mitad de enero se produce un

recrudecimiento de los enfrentamientos que

culmina con el bombardeo de los prorrusos a

Mariupol, ciudad ribereña del mar de Azov que

podría tener una importancia estratégica para

enlazar por tierra con Crimea, y el cerco del

nudo ferroviario de Devaltsevo. En total, se con-

sidera que los separatistas habrían ocupado 500

kilómetros cuadrados más sobre el territorio que

tenían cuando se firmó el Protocolo de Kiev.

Tanto Kiev como las regiones rebeldes anuncian

movilizaciones masivas. Esta última escalada au-

menta gravemente el peligro de generalización

del conflicto y tensa aún más las relaciones de

Rusia con la UE y EE. UU.

Hasta finales de enero, el conflicto del

Donbass ha causado 5.300 muertos, 11.500 he-

ridos y cerca de un millón y medio de desplaza-

dos, casi la mitad de los cuales han huido fuera

del país, en su mayoría a Rusia, además de un

desastre humanitario colosal y la destrucción de

las viviendas, infraestructuras e industrias de la

región más rica de Ucrania, que será costosísi-

mo recuperar.

La reacción de la Unión Europea y los

nuevos acuerdos de Minsk

La UE condenó los movimientos de tropas rusas

en Crimea desde primeros de marzo.

Inmediatamente después del referéndum, el día

17, se aprobaron las primeras sanciones políticas