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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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sus ingresos por exportaciones

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. El barril de cru-

do Brent, que se cotizaba en junio de 2014 a

115 dólares, ha llegado a caer en enero por de-

bajo de los 50. Rusia necesita un precio mínimo

de 80 dólares el barril para mantener a flote su

economía. A un precio de 60 dólares, pierde

anualmente más de 80.000 millones de dólares,

una cantidad cercana al total de su superávit

comercial con la UE. Las agencias de calificación

de riesgos han rebajado la deuda rusa a nivel de

bono-basura. Los tipos de interés han subido

hasta el 17 %, la tasa de inflación ha escalado

hasta el 10 %, y se calcula que los ingresos de

los ciudadanos han disminuido un 4,7 %. A es-

tos problemas se unen los derivados del conflic-

to. Rusia se ve obligada a sostener a Crimea, lo

que en 2014 ha costado 2.600 millones de eu-

ros y se estima que costará 3.900 en 2015. El

sostenimiento de las repúblicas populares de

Donetsk y Lugansk (cerca de tres millones de

habitantes) podría costarle entre 2.000 y 4.000

millones más al año.

Según las previsiones de enero del Fondo

Monetario Internacional, Rusia entrará en rece-

sión en 2015, con un decrecimiento del 3 %,

que se prolongará en 2016 con un caída del

1 %, aunque las previsiones más pesimistas in-

dican que si el barril de Brent se mantiene por

debajo de los 60 dólares, la recesión podría lle-

gar a más del 4 %. Putin ha declarado que es-

pera que la crisis dure solamente esos dos años,

pero algunos analistas la prolongan hasta 3-5

años, aunque esto dependerá de cómo se com-

porten los precios del petróleo. Lo cierto es que

los recortes presupuestarios para el año 2015

llegarán al 10 % en casi todos los sectores, ex-

ceptuando defensa y compromisos internacio-

nales, muchas infraestructuras programadas

2

 V

éase:http

:/

/www.eia.gov/todayinenergy/detail.cfm?id=17231

tendrán que ser paralizadas y las prestaciones

sociales se verán afectadas.

La cuestión ahora es ver cuánto tiempo pue-

de aguantar Rusia, y si esta situación obligará al

Kremlin a cambiar su política respecto a Ucrania

o no. Por supuesto, una actitud aceptable para

Europa no haría subir el precio del petróleo, que

es su principal problema, pero si podría provo-

car el levantamiento de las sanciones, lo que le

ayudaría a reducir los daños.

Putin goza de una enorme popularidad en

Rusia, que ha aumentado sensiblemente desde

que empezó la crisis de Ucrania y sobre todo

desde la anexión de Crimea. Según el centro de

análisis ruso independiente Levada, en diciem-

bre de 2014 un 85 % de la población aprobaba

su gestión frente a un 15 % que la desaprobaba

(un año antes la relación era 65/35). En una en-

cuesta de este mismo centro fechada en diciem-

bre, un 55 % de los encuestados desea que

Putin siga siendo Presidente después de la próxi-

ma elección presidencial, en 2018, y otro 10 %

que sea alguien que siga las mismas políticas

que Putin (las cifras eran 26 % y 14 % respecti-

vamente en abril de 2013). Solamente un 18 %

declara que querría alguien, a partir de 2018,

que siguiera políticas diferentes a las del actual

presidente.

El pueblo ruso no tiene una gran tradición

democrática pero sí un fuerte sentimiento na-

cionalista, que le lleva a apreciar la presencia en

el Kremlin de un poder fuerte que le ha devuel-

to un cierto orgullo al retomar un papel desta-

cado en la política internacional. Naturalmente,

el efecto combinado de las sanciones y el de-

rrumbe del precio del petróleo tendrán una re-

percusión inevitable en un descenso del nivel de

vida de los rusos, lo que probablemente se tra-

ducirá en más protestas, un menor apoyo a Putin,

y mayor inestabilidad, pero no parece que las al-

ternativas políticas en Rusia sean muy sólidas por