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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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que la población de las zonas rebeldes no va a

sufrir represalias, y que se va a acordar un esta-

tuto especial para estas zonas que tenga en

cuenta su identidad. Ambas condiciones figuran

en los acuerdos Minsk II, pero su aprobación por

la Rada de Kiev no será nada fácil. Una solución

federal es sin duda la más conveniente para un

país que tiene dos almas, y seguramente la úni-

ca que puede funcionar. Las ó

blast

de Donetsk

y Lugansk, y otras como Kharkov y Odesa, de-

berían tener una amplia autonomía y la posibili-

dad de mantener relaciones económicas y cultu-

rales con Rusia, sin que eso perjudicara a la

unidad política del país.

La estabilidad de Ucrania y el apaciguamien-

to de Rusia pasa también por otra condición: la

renuncia de Ucrania a integrarse en la OTAN.

Probablemente Putin ya ha asumido que no va

a contar con Ucrania para la Unión Euroasiática,

y que la aproximación de este país hacia la UE es

irreversible. No tiene otra opción que aceptarlo.

Pero su inclusión en la Alianza Atlántica sería

percibida en Moscú como una amenaza mayor

a su seguridad y conduciría a tensiones muy

fuertes que podrían desembocar en otra guerra

fría. En la UE hay países que no pertenecen a la

OTAN, como Finlandia, y no tienen ningún pro-

blema de seguridad. La condición de país fron-

terizo de Ucrania, su doble personalidad, hacen

que la neutralidad sea la opción más adecuada.

Su seguridad, como la del resto de los países de

la Asociación Oriental, debe ser garantizada en

el marco de un acuerdo definitivo con Rusia, en

el que la UE tiene mucho más que decir, y más

compensaciones que ofrecer, que la OTAN.

Es imprescindible que la UE proporcione a

Ucrania ayuda financiera y técnica, condiciona-

da a reformas profundas políticas y administra-

tivas que combatan la corrupción, modernicen

el funcionamiento del Estado, la judicatura y los

cuerpos de seguridad, y acaben con la econo-

mía oligárquica y corporativa.

La resolución del conflicto de Ucrania, inclu-

so dejando fuera Crimea, debe ser la base sobre

la que reanudar el diálogo entre la UE y Rusia

con el objetivo de alcanzar un ambicioso acuer-

do que sustituya al Acuerdo de Asociación y

Cooperación, incluyendo la garantía de suminis-

tro de de hidrocarburos, y que trate también de

asuntos internacionales de interés común, en

especial los que se refieren a la lucha contra el

yihadismo y a la estabilidad de Oriente Medio.

Medvedev, entonces Presidente de la

Federación rusa, presentó en Berlín, en julio de

2008, una propuesta para elaborar un tratado de

seguridad paneuropeo que incluyera a Rusia y

que se podría extender hasta las repúblicas cen-

troasiáticas. Entonces la UE dio la callada por res-

puesta. Tal vez, cuando el problema de Ucrania se

solucione, fuera el momento de considerar que

un acuerdo estratégico con Rusia podría incluir

asuntos relativos a una zona de seguridad común.

El 23 de enero, en el Foro Económico Mundial

(Davos), Ángela Merkel ofreció a Rusia, siempre

con la condición de que ayude a resolver el pro-

blema de Ucrania, iniciar negociaciones entre la

Unión Europea y la Unión Económica Euroasiática

con el objetivo de crear un área de libre comercio

“de Lisboa a Vladivostok”, lo mismo que había

pedido Putin en 2010. Esto resolvería los proble-

mas de incompatibilidad para los países de la

Asociación Oriental, sería beneficioso para ambas

partes, y ayudaría a crear un clima de confianza y

cooperación que evitase nuevos conflictos. El ca-

mino para conseguirlo empieza en el Donbass y

será largo y difícil. Pero es necesario recorrerlo con

paciencia y firmeza, y siempre desde la unidad de

la UE, porque el resultado puede ser enormemen-

te positivo para la paz y la prosperidad de todos

los países europeos, incluida Rusia.