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VALORACIÓN DE LA AMENAZA YIHADISTA Y DE LAS ESTRATEGIAS DE RESPUESTA

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Lo problemático no es la repetida apelación

a los instrumentos militares llegados a este pun-

to. Es evidente que en la actualidad no existe la

más mínima posibilidad de negociación con

Daesh (mucho menos tras la farsa negociadora

con Jordania que siguió a la captura de uno de

sus pilotos en diciembre pasado) y que el obje-

tivo básico hoy es su eliminación. Pero eso no

puede ocultar que, por un lado, lo ocurrido es

en buena parte el resultado de errores pasados;

tanto los cometidos por los gobiernos locales

como por los occidentales, al apostar por socios

que no se distinguen precisamente por su perfil

democrático y que usan su poder para someter

sin remedio a poblaciones que no cuentan con

su simpatía, creyendo que estaban siempre bajo

control, y, por otro lado, la evidencia de que sin

un esfuerzo paralelo (y más relevante que el pura-

mente militar) en el ámbito social, político y eco-

nómico solo se puede conseguir, en el mejor de

los casos, ganar un cierto tiempo hasta que el

problema vuelva a estallar incluso con más fuerza.

Llegados a ese punto y a pesar de la incerti-

dumbre que caracteriza actualmente el escena-

rio bélico en el que se enfrentan, por un lado,

Daesh y sus circunstanciales aliados y, por otro,

EE. UU. al frente de la coalición a la que acaba

de sumarse hasta Panamá, es factible pronosti-

car el resultado a medio plazo. Bajo el impacto

de la maquinaria militar aérea estadounidense

(con aportaciones puntuales de países árabes

como Jordania, Emiratos Árabes Unidos,

Bahréin, Arabia Saudí y Catar) Daesh ha visto

frenada su ofensiva tanto en Siria como en Irak,

obligado a aferrarse al terreno conquistado has-

ta el pasado verano y aceptando la derrota en

lugares que había definido como emblemáticos

(Kobane y Deir el Zouk, ambos en Siria). Pero,

como tantas veces nos ha enseñado la historia

militar, los ataques aéreos tienen un efecto limi-

tado contra combatientes aferrados al terreno,

que además aprovechan de forma muy imagi-

nativa su capacidad para concentrar y dispersar

efectivos, sin ofrecer objetivos rentables en la

mayoría de las ocasiones, y combinando accio-

nes terroristas con otras de carácter insurgente,

pero también entrando en combate convencio-

nal cuando lo consideran necesario. De ese

modo han logrado controlar un territorio de

unos 55.000 km

2

, a caballo entre Siria e Irak, en

el habitan unos seis millones de personas.

Con el añadido de la previsible fase de com-

bate terrestre –y sin que nada garantice su éxi-

to– cabe imaginar que la estructura de Daesh se

verá seriamente dañada. Pero aunque a medio

plazo quepa imaginar que se producirá ese de-

bilitamiento general, también resulta muy pre-

decible suponer que volverá a reaparecer bajo

otro nombre y en otro escenario. Todo eso sin

olvidar que, a corto plazo, todavía está en con-

diciones de seguir creando muchos problemas

a sus enemigos (tanto locales como internacio-

nales).

Y el resto

Aunque Daesh prácticamente monopoliza hoy

la atención mediática, la amenaza yihadista no

se agota con el mal llamado Estado Islámico.

Conviene no olvidar que Al Qaeda sigue siendo

una realidad consolidada, tanto en lo que res-

pecta a su núcleo central –localizado a caballo

entre Afganistán y Pakistán, aunque considera-

blemente debilitado tras más de una década de

castigo por parte de Washington–, como a sus

principales franquicias –con la rama yemení y la

magrebí en lugar destacado–, junto a una miría-

da de grupúsculos locales que se adscriben a su

línea ideológica y hasta a los llamados “lobos

solitarios”, inspirados en su credo yihadista. Este

conglomerado terrorista conserva la capacidad